En el Ecuador la relación entre lo hispánico y lo indígena se ha dado como una interculturalidad conflictiva, obviamente es resultado de como los españoles primero, y los hispano-ecuatorianos luego, han maltratado a los indígenas negándoles valor de pueblos originarios.
En este diálogo inequitativo también la música se compone de elementos indígenas e hispanos. Se dice que en la “música ecuatoriana” hay demasiada añoranza tal vez como resultado del choque de la cultura quichua con la hispana, inclusive se la ha tildado de sensiblera y conservadora, lo cual es curioso, pues la música indígena conserva tonos alegres y festivos. A los ecuatorianos aunque no lo aceptemos, nos gustan, a unos más a otros menos, los pasillos, los sanjuanitos, los albazos, los cachullapis. Es música que la hemos escuchado desde niños, cómo la lengua materna, y resulta lamentable que bajo la influencia de la globalización, se la escuche y se la baile cada vez con menos frecuencia.
Este 24 de septiembre el compositor Gerardo Guevara cumplió 90 años, él de modo excepcional ha logrado crear una estructura con las dos músicas que entran en contacto, a igual nivel, formado un todo superior, tanto así que el crítico musical Alex Alarcón Fabré que ha escrito un estudio estupendo de la música de Guevara, afirma que su pensamiento musical ha evolucionado de células rítmicas de géneros indígenas, con la participación de armonías y acordes ajenos a la pentafonía indígena de cinco tonos a otros acordes.
Guevara estudio en París con la afamada Nadia Boulanger que le motiva a desarrollar su lenguaje propio y su sutil sentido de la armonía musical. Compone para oboe, piano, violín, cuarteto de cuerdas, orquesta sinfónica, dirige coros y orquestas.
La música de Guevara es muy importante desde la intención política, se convierte en arma para superar la colonialidad que niega la continuidad cultural, las variaciones y gradaciones en virtud de la unidad de la historia universal. Si hemos de recordar algunas de sus obras mencionaremos Danzante N° 1 para pingullo, quena, arpa y guitarra, Apamuy shungo, tocado en versión nueva para piano, guitarra eléctrica y batería, el arreglo musical para “Salve, salve gran señora, hija del eterno padre”, himno incásico dedicado a la Colla del Inca, de acuerdo a Segundo Luis Moreno, El espantapájaros, cuya versión cantada por María Tejada le da a la composición de Guevara un particular significado artístico.
La música de Guevara dialoga con las palabras de los poetas; se ha inspirado en Medardo Ángel Silva (Se va con algo mío la tarde que se aleja), El hombre cósmico, de Jorge Carrera Andrade, Preguntan de dónde soy, de Jorge Enrique Adoum, Me recordarás en el agua, de Piedad Peñaherrera y composiciones quichuas ( Apamuy shungo), sentimiento íntimo del músico por las formas más inspiradas.