En torno a la guerra química

Desde la antigüedad, concretamente desde la época de los griegos y los romanos, hubo el propósito de atenuar los rigores de la barbarie bélica y prohibir el uso de gases venenosos, mediante leyes que por cierto no se cumplían. Después hubo disposiciones semejantes según relatos de escritores medioevales, que tuvieron el mismo destino, pues eran incompatibles con la realidad. En la primera guerra mundial, los ejércitos de ambos bandos emplearon gases asfixiantes. Poco tiempo después, se celebró la Conferencia de Washington (1921-1922) y se suscribió un tratado en el que se declaraba “prohibido el empleo en la guerra de gases asfixiantes, venenosos u otros similares, o de cualquier otro material o sustancia análoga que hubiese sido justamente condenada por la opinión mundial y cuya prohibición constase en tratados firmados por la mayor parte de los países civilizados”. En 1925 se adoptó en Ginebra un Protocolo que adhiere a los principios del tratado de Washington y agrega los métodos bacteriológicos. Actualmente está en vigencia la Convención para la Prohibición de Armas Químicas, suscrita en 1993 por 190 Estados partes.

La breve referencia que antecede viene a cuento por el reciente ataque con armas químicas del Gobierno de Bashar Al Assad a una localidad siria, en el marco de la guerra interna que enfrenta desde hace seis años. Se habría utilizado un agente neurotóxico prohibido por la citada Convención, causando 86 muertes. Este hecho motivó la repulsa de la comunidad internacional.

A raíz de este trágico y censurable episodio, el presidente de Estados Unidos dispuso un ataque aéreo con misiles crucero contra una base aérea del gobierno de Siria, el 6 de abril, que generó la reacción de Rusia, que respalda a Bashar Al Assad y tiene intereses geopolíticos en Siria. Rusia llevó el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU, donde se produjo un enfrentamiento diplomático entre las dos potencias. Antes de la sesión del Consejo, el Secretario General de la ONU manifestó su preocupación por el “riesgo de una escalada” del conflicto e hizo un llamamiento a encontrar una solución política al problema. Previamente calificó de “crimen de guerra” al ataque químico en Siria y exhortó al Consejo de Seguridad a ejercer su responsabilidad frente a la crisis planteada. En el curso de la reunión, el Embajador de Inglaterra manifestó que “llegó el momento de enfocarse en el proceso político para lograr una paz duradera en Siria”. La Representante de EE.UU. advirtió: “estamos dispuestos a hacer más”. Rusia acusó a EE.UU., Francia e Inglaterra de haber optado “por una vía diferente a la cooperación”.

En síntesis, el ataque químico del gobierno de Siria dio pie a un incidente que conmociona a la comunidad internacional, la cual espera una salida política al problema.

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