Las perspectivas de la economía mundial se deterioran. La leve recuperación del primer semestre no continuó el segundo. Se disipan las esperanzas de que retorne la expansión económica en 2011. Se acentúa la posibilidad de que se reactive la recesión: el escenario de doble caída.
Las tensiones se multiplican. China goza de un crecimiento robusto, y sigue exportando vigorosamente. EE.UU. y Europa denuncian que se debe a que Pekín mantiene al renminbi artificialmente depreciado. EE.UU., Europa y Japón necesitan importar menos y exportar más para salir de la crisis, y buscan que China revalúe.
La posibilidad existe de que Washington imponga salvaguardas a las importaciones chinas, lo que desataría una guerra comercial. Por lo pronto, Washington busca reactivar la economía retirando bonos del mercado, creando liquidez. Esto es factible por no haber presiones inflacionarias, sino deflacionarias. Esta acción causa la caída del dólar frente al euro y el yen, y llevará a Bruselas y Tokio a medidas equivalentes.
El exceso de liquidez financiera no dinamiza los precios de los bienes raíces estadounidenses ni causa inversión industrial. En buena medida se hacen inversiones financieras y, crecientemente, en los mercados emergentes que se consideran bien manejados.
El resultado es que las monedas de los países donde se dirigen estos capitales golondrina se revalorizan, afectando negativamente sus exportaciones.
La voz de alarma la dio Brasil, que duplicó el impuesto a la inversión extranjera en sus bonos. Tailandia implantó una retención a la compra de bonos con capitales extranjeros. El banco central de Chile se apresta a hacer una compra masiva de dólares.
Todas estas medidas tienen efecto limitado. Los impuestos no van a frenar las inversiones financieras, y las compras de dólares generarán exceso de liquidez y sobrecalentamiento de las economías que no están en recesión.
El cuadro es de una peligrosa desorganización mundial. En los ochenta, eran menos las economías que contaban y se llegó al acuerdo del Hotel Plaza, que puso orden a los mercados cambiarios, pero del que salió perdedor Japón.
Quizá por esa experiencia es que China no cede y revalúa su moneda: un estancamiento de sus exportaciones podría traer un frenazo a su economía y agitación social y política.
La debilidad del dólar juega a favor de nuestras exportaciones. Pero la inestabilidad genera peligros. Podemos experimentar inflación importada, elevar costos internos.
Si el día de mañana salen los capitales de los mercados lati-noamericanos y sus monedas se derrumban, podríamos quedarnos con un nivel de precios más alto que los de nuestros vecinos y competidores. Sin posibilidad de devaluar.
La dolarización, que hoy nos favorece, podría jugarnos en contra.