La ministra española de Salud, Ana Mato, convocó una rueda de prensa en la sede de las Naciones Unidas y los periodistas le hicieron plantón porque anticipó que no aceptaría preguntas. “La ministra muda” tituló el diario más grande de España el relato de las evasivas de la responsable de un sistema de salud en crisis, que recibía pagos irregulares de viajes para ella y su familia y partidas para fiestas de sus hijos. “Habla, mudita” tituló Maruja Torres la columna en la cual explicaba la alarma de los silencios diciendo: “Cuando cualquier político se niega a contestar preguntas en una rueda de prensa, el bofetón no se los da únicamente a los informadores. Nos lo propina a todos”.
Para nosotros el silencio ya no es novedad, pues tenemos todo un Gabinete mudo. Cuando los funcionarios se niegan a responder preguntas, los periodistas encienden las alarmas porque conocen aquella definición práctica de noticia que circula en las redacciones: noticia es aquello que alguien no quiere que se conozca.
Qué contraste entre estos silencios y el griterío en torno a la muerte de Chávez. En algunos diarios se cuentan por decenas las páginas dedicadas a la muerte del caudillo venezolano. El alboroto proviene de los dos lados, los partidarios y los adversarios. Un diario conservador español dijo que se quiere convertir el chavismo en una religión y que la voluntad del caudillo ya no requiere justificación. Por otro lado, Ahmadineyad enfureció a los clérigos de su país con la aseveración de que Chávez resucitará junto con Jesucristo. No es tiempo para balances mientras dure el alboroto. Salvador Sostres del diario El Mundo ve a Chávez peor que negativo: “El desafío del fallecido y de su demencial banda de mariachis, peligrosamente esparcida por varios de sus países vecinos, aleja a millones de sudamericanos del progreso y la esperanza, y lo que podría ser el bello proyecto de aunar esfuerzos, crear riqueza y consolidar libertades, resulta un grotesco paisaje de millones de vidas secuestradas por cuatro mamarrachos”. Mientras que el político francés Jean-Claude Mélenchon lo ve mejor que positivo: “No solo ha hecho progresar la condición humana de los venezolanos, ha hecho progresar de una manera considerable la democracia. Chávez vivo es peligroso, Chávez muerto es invencible”.
Cuando concluya el alboroto se podrá poner en perspectiva la figura y la tarea del coronel Hugo Chávez y se acercarán las posiciones respecto de figura tan contradictoria; pero no coincidirán nunca. Gabriel García Márquez, su amigo, había anticipado esta ambivalencia del caudillo en una crónica de 1999: “Me estremeció la inspiración de que había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”.