Quien grita más fuerte'

Uno de los rasgos del carácter que mejor define a las personas es la manera de hablar, de expresarse, de persuadir... de convencer. En ese camino, la afirmación de Wittgenstein de que “el límite de tu mundo es el límite de tu lenguaje”, encuentra una justificación más que elocuente cuando vemos la manera como algunos líderes políticos reaccionan cuando de argumentar se trata. A la afirmación de que Ecuador y Venezuela ofician de santuario a los terroristas de la FARC, la reacción de Correa y Chávez es gritar a voz de cuello acusaciones e insinuaciones que nada tienen que ver con las pruebas arrimadas por Colombia y en donde en términos formales el grito sustituye a la expresión clara, firme o moderada que termine por convencer de sus razones en contrario. Vivimos no solo una democracia callejera sino también, y como consecuencia, una gritona, altanera y muchas veces soez. La falta de argumentos se quiere sustituir por aquel que levanta la voz, amenaza y solivianta los espíritus en el ánimo de intentar en vano demostrarnos que tienen razón y que no esconden nada.

La manifestación callejera que ha echado presidentes en varios de nuestros países ha dado paso a este tipo de liderazgo consolidado en una población descontenta con una clase política más interesada en discutir sus asuntos e intereses particulares que aquellos que en realidad importaban a la gente. Pero esta reacción ha tocado su techo en la actualidad con unos mandatarios que han pretendido en vano demostrar la racionalidad de sus acciones en un tono belicista y prepotente que se solaza en las amenazas constantes y en la arrogancia que otorga el poder. No por todo eso tienen razón y tampoco deben creer que la gente seguirá tolerándolos cuando sus condiciones de vida distan mucho de las promesas destempladas con que de manera recurrente tratan de hacernos entender que la “revolución o el cambio están en marcha”.

América Latina requiere, ante la pobreza y la inseguridad, actitudes y conductas muy lejanas del modelo que han abrazado algunas naciones cuyos mandatarios no pasan un día sin identificar un adversario real o inventado, a quien desean sepultar en un aluvión vocinglero y ruidoso que pretende en vano demostrar los fracasos en términos de políticas públicas. Esto puede servir por un tiempo... pero el pueblo comienza a cansarse cuando los resultados terminan por sacudir ese espacio gritón y demagógico con que algunos líderes de la región pretenden aturdir a todo un país.

Es tiempo de recobrar la racionalidad y recordar aquella frase que no por vieja sigue manteniendo una curiosa actualidad: no quien grita mucho... tiene siempre la razón.

Es simple, es antigua... pero es cierta.

Suplementos digitales