Huir para adelante. El Primer Ministro griego troca de populista de izquierda radical al menos hacia un reformismo tímido o, como sabemos ocurre -nos consta- hacia un pragmatismo necesario.A los siete meses de mandato la gobernabilidad del sistema parlamentario griego lleva a Alexis Tsipras a poner en juego su magistratura.
Ocurre que perdió a las bases más radicales de la izquierda que le daba sustento político en su partido Syriza, que lo consideran traidor por haber logrado un acuerdo con la Unión Europea, mantener a Grecia dentro de la Eurozona y evitar la debacle económica.
Tsipras hizo exactamente lo que hicieron sus antecesores a los que tanto criticó. Acudió, muy a su pesar, al salvavidas de los préstamos de la Unión Europea (UE).
Europa, por su parte, se empeña en salvar de la catástrofe a Grecia y evitar que salga del euro y vuelva al dracma, la moneda nacional que seguramente precipitaría al país heleno en una espiral sin fin de hiperinflación y devaluación. Y ya sabemos que esa fuerte factura la pagan con más rigor los más pobres, que en Grecia son ya muchos. Por ahora, Tsipras logró eludir el corralito bancario, que tuvo crispada a la sociedad unos cuantos días hasta el acuerdo con Europa.
Grecia ya lleva de estas muchas aventuras. La deuda exagerada que adquirió para afrontar los juegos olímpicos, la infraestructura deportiva millonaria ahora, destruida, tugurizada, que dramatiza la cara de unas ruinas históricas que la hicieron otrora gloria de Occidente son la foto amarga de la crisis.
Una deuda que superó en mucho la relación lógica con el PIB y que se volvió impagable. Un país político que tampoco asumió con seriedad y sin demagogia populista el compromiso de los pagos del salvavidas que ya por tres veces le arroja la UE.
Y un Presidente pragmático (o un estafador impenitente, como lo califica el diario español ABC), que vuelve a la ruleta de las elecciones por la búsqueda de un cheque en blanco del pueblo para su nueva apuesta.