La producción ha caído durante dos trimestres consecutivos, según se ve en la información que el Banco Central del Ecuador presentó esta semana. Durante el primer trimestre, el PIB cayó en -0,1% y durante el segundo –el que va de abril a junio– se redujo en -0,3%. Técnicamente hablando, estamos en recesión.
En economía se considera que un país entra en un ciclo recesivo cuando decrece por dos trimestres consecutivos. Es un estándar que se aplica desde el año 1975, luego de dar por válida la evidencia estadística presentada por Julius Shiskin, un economista norteamericano que se preocupó por entender de qué manera se configuran los períodos de contracción económica.
Además de la duración, Shiskin caracterizó a las recesiones a partir de su profundidad y de su alcance. Una contracción es profunda cuando el PIB baja al menos 1,5% o, alternativamente, cuando el desempleo es de 6% o más, estipuló el académico antes mencionado. Así mismo, una recesión es generalizada cuando afecta por lo menos al 75% de las industrias –o sectores productivos– de una economía, estipuló Shiskin.
Si nos guiamos por aquellos parámetros, podemos concluir que la recesión del país es profunda –o grave o severa, escoja usted el adjetivo– porque el desempleo urbano es de 5,6%, muy cercano al estándar determinado por Shiskin.
Si a esa cifra le añadimos el desempleo disfrazado, que este régimen bautizó eufemísticamente como “empleo inadecuado” –y que no es otra cosa que esa gran masa de ecuatorianos que malvive en el sector informal, ganando menos que el salario mínimo, trabajando menos de ocho horas diarias y que suma casi la mitad de la población económicamente activa del país– la gravedad de la recesión queda confirmada.
Sin embargo, el alcance de la recesión todavía no es generalizado, pues solo 6 de las 18 actividades o industrias listadas por el Banco Central –es decir el 30% de ellas– registran crecimientos negativos y no el 75%, como estipula el método de Shiskin.
Como es obvio, tras la caída del precio del crudo, el sector más afectado ha sido el petrolero y, con él, otras industrias muy sensibles a los vaivenes económicos como la construcción y los servicios (alimentos y alojamiento).
La crisis no es generalizada todavía porque otras industrias –como la acuicultura y el camarón– dependen menos del ciclo económico y más de los eventos naturales. (Lamentablemente, El Niño las afectará inevitablemente).
Así que, hoy por hoy, el comercio y la agricultura son los dos rubros que deberían ser apuntalados para amortiguar el declive económico en el que nos encontramos.
Hace falta –como hemos insistido hace meses– un giro de 180 grados en manejo económico del Gobierno.
@GFMABest