No es exagerado decir que Quito está viviendo una de las mayores crisis de su historia. ¿Qué es sino crisis, y muy grave, que la pobreza haya subido 64% de junio de 2017 a junio de 2018 en Quito, mientras que en el resto de las ciudades ecuatorianas las cifras no tengan cambios significativos?
Jamás se había dado en Quito una subida tan radical de la pobreza, ni siquiera en la crisis del cambio de siglo (hablo de la subida, porque al 2000 la proporción de pobres fue mayor).
Las cifras provienen del “Reporte de pobreza y desigualdad” del INEC, publicado el 16 de julio, que asevera que la pobreza por ingresos fue de 24.5% en junio de 2018 en todo el país. Guayaquil tiene la mayor tasa de pobreza (14.1%), mientras que Cuenca presenta la menor, porque la bajó de 7.8% a solo 2.8%, Quito, mientras tanto, ¡pasó de 7.8% a 12.8%!
Peor: Quito es la ciudad con la mayor tasa de pobreza extrema (4.6%), y Cuenca es la que tiene la menor (0.2%). Y, otra vez, Quito fue la ciudad que en el año (junio a junio) presentó una variación estadísticamente significativa al pasar de 1.9% a 4.6%… ¡una subida de 142%!
Yo ya lo vi en los barrios pobres del norte de Quito hace un año y medio durante la campaña electoral, cuando los caminé casa por casa: el deterioro en una década era evidente y se palpaba la desesperación por la falta de empleo. Más bien me llamaba la atención que esa desgarradora realidad no se reflejara en las cifras, pero ahora están allí y nos gritan en la cara.
Sabemos las causas. La principal, por supuesto, los diez años de veleidades y cleptocracia. Luego, la crisis de 2015 y su manejo desaprensivo; la caída radical de la construcción, provocada por las leyes de plusvalía y herencias; la disminución de empleos en el sector público y en otras áreas de la dinámica económica quiteña. La inversión está paralizada, porque es obvio que nadie iba a invertir con el mensaje de Correa: que venga la inversión pero me reservo el derecho de expropiar.
Cierto que es difícil que una ciudad progrese sola cuando el país no ayuda. Pero el alcalde Rodas no ejerció el liderazgo necesario para sacar a la ciudad adelante ni para fomentar la productividad en la capital ni para generar trabajo en los barrios con la obra pública. Sí, la Secretaría de Desarrollo Productivo del municipio ha hecho un gran trabajo y hay el aeropuerto nuevo, el turismo crece, se ha planificado una zona especial de desarrollo (Zede), y Quitoinvest tiene un portafolio de proyectos, pero el alcalde, de hecho, no le ha dado prioridad alguna a las alianzas público-privadas. Hay un Consejo de Competitividad que se reúne cada mes y el alcalde, según los empresarios, no va nunca.
Solo un líder con mirada estratégica, experiencia administrativa y sentido social podrá sacar a Quito del marasmo en que se halla.