Hace apenas 15 meses el ambiente político en el Ecuador era bastante distinto. Parece que fue una pesadilla la que vivió el país por una década. Cada sábado se dictaba sentencia contra los opositores, se ordenaban capturas, dictámenes de jueces, se anunciaban medidas fuera de la esfera del Ejecutivo. Hoy no hay amenazas del Presidente, no se ven perseguidos políticos, tampoco se observa interferencia en otras funciones del Estado, se abren diálogos, se respetan a los críticos y se vuelve la mirada al entorno internacional con una visión más pragmática y profesional. Hasta la actitud de funcionarios de gobierno ha cambiado. Se ven desplazamientos de ministros sin tanta alharaca, llegan sin la arrogancia del pasado, ni las seguridades y excesos de la década anterior. El tono del gobierno ha cambiado frente al anterior, respirándose una atmósfera más limpia y menos contaminada.
Este proceso, sin duda favorable para el Ecuador, todavía luce incompleto. Existen rezagos de ese pasado desagradable. Están presentes ministros y funcionarios de alto nivel gubernamental que fueron hace pocos meses, adláteres sumisos a la dictadura anterior. Algunos de ellos ejecutando acciones supuestamente de transparentación y juzgamiento del pasado, función que pone en tela de duda la imparcialidad de las decisiones.
Para citar algunos avances se tiene que el movimiento político que ganó las elecciones presidenciales está mayoritariamente con el actual gobernante y no con el anterior, sea porque “vivo el rey muerto el rey” o por la razón que sea, los partidos y movimientos opositores a Correa quieren ayudarle al actual mandatario, igual proceso se observa en los gremios empresariales, empresarios, banqueros y medios de comunicación. Hasta algunos que terciamos en la anterior campaña electoral hemos aportado a que al actual gobierno le vaya bien. Todo esto conseguido en 15 meses es sin duda meritorio. La lectura internacional del país es mejor aunque aún persisten preocupaciones sobre la economía, lo que ha impedido una mayor reducción del riesgo país. Sin embargo, la opinión general externa es que Ecuador está mejor.
Este cambio de ruta en el campo político, no obstante, se acerca a la parte económica pero con menor firmeza y convicción. El cambio de ministros de Economía y de Relaciones Exteriores fue una decisión correcta pero la convicción presidencial para ciertas temas asoma aun tibia y poco contundente. Acaso el gradualismo ha traducido una suerte de debilidad en la toma de decisiones. Parecería que existe demasiada aprensión al ambiente político, lo que hace que ciertas decisiones sean muy blandas y hasta incompletas. Reducir el tamaño del Estado, alcanzar equilibrio fiscal global, fortalecer el sector externo y monetario, y tomar acciones en subsidios, en especial de gasolina y diésel, es impostergable.