La muerte del presidente norcoreano Kim Jong-il recuerda la obsesión de los dictadores por mantener el control total de la prensa.
Kim Jong-il, el “querido líder”, según el lema de culto creado desde la estrategia maquiavélica de la divinización del líder, creía saberlo todo.
Sus seguidores llegaron a niveles tan fanatizados que creían todo cuanto él mismo decía de él. El mito se volvió verdad inmutable: “Era un gran militar, un científico innovador, un gran padre de familia para la nación y hasta un golfista capaz de lograr 11 hoyos en su primer contacto con ese deporte”.
Su luz, decían, lo abarcaba todo. Y esa supuesta proyección iluminadora llegó hasta el periodismo, un tema al que le puso particular entusiasmo.
En 1983, cuando aún gobernaba su padre, Kim Il-sung (“el gran líder”), y Kim Jong-il esperaba pacientemente recibir la generosa herencia del poder absoluto, publicó el libro ‘El gran maestro de los periodistas’.
Es un texto de tapa dura, de color rojo intenso, con 170 páginas. La portada lleva la foto del autor, quien mira al infinito.
En esa época, Jong-il era diputado de la Asamblea Suprema del Pueblo e iba convirtiéndose en uno de los mentalizadores del gigantesco aparato propagandístico del Régimen norcoreano.
‘El gran maestro de los periodistas’, editado en inglés y español por la estatal Foreign Languages Publishing House, recoge las lecciones a un reportero gubernamental.
“Camarada periodista -expresa Jong-il- debe ver bien las cosas antes de escribir sus notas. De otra forma, podría exagerar”.
A partir de esa conminación, que escondía una advertencia de que las cosas debían verse según la mirada del “querido líder”, Kim Jong-il escribe un libro cuyo título y contenido intentan mostrar un político tolerante con la información y con la opinión.
Pero nada más paradójico que eso: el régimen tiránico de Corea del Norte mantiene el control total de los contenidos y de la administración de los medios convencionales y de las redes sociales.
En el poder desde 1994, cuando muere su padre, Kim Jong-il se convierte, según la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), en uno de los “depredadores de la libertad de prensa” en el mundo.
RSF afirma que todos los días las actividades del “querido líder” aparecían al inicio de los noticieros televisivos y en la portada de todos los diarios.
Un error o desliz periodístico podía llevar al autor de la falta a un campo de “reeducación ideológica”, según RSF.
¿Cómo un dictador autoritario e implacable con sus críticos, a muchos de los cuales mandó a ejecutar, pudo escribir un libro titulado ‘El gran maestro de los periodistas’? Bien lo dijo Kapuscinski, un verdadero maestro del periodismo: “Los cínicos no sirven para este oficio”.