Como sabe perfectamente cualquier historiador que se estime el personaje del que ahora nos vamos a ocupar, o sea Gabriel García Moreno, ocupó dos veces la Presidencia de la República entre 1861 y 1865 y posteriormente entre 1869 y 1875. pero si bien se trató del mismo estadista, cada uno de sus mandatos fue de signo y características muy diferentes.
La primera administración fue la de la lucha -y García Moreno la entendía con toda la frontalidad que le era propia-, contra los que consideraba entonces los peores defectos nacionales, vale decir contra el regionalismo, contra la mezcolanza del poder eclesiástico y el poder civil y, sobre todo contra el militarismo, lo que originó los casos más dramáticos y penosos de represión.
En cambio, la segunda administración fue la de la construcción dentro de los campos que imponían la mayor urgencia: así la ordenación de la economía y el fomento de sectores claves – agricultura, manufacturas, minería –; la vialidad para unir con fuertes tendones el territorio descoyuntado del Ecuador, y de forma característica la educación.
A su vez, en esta última materia, atendió a las escuelas, los planteles femeninos, la formación de profesores indígenas, las artes y oficios, como se decía entonces, y con celo superlativo, la educación de nivel superior.
No cabe mucha duda de que allí la máxima realización consistió en la Escuela Politécnica Nacional, con preferencia a la anterior práctica de los caminos más bien “sociales” como ahora podrían calificarse, o la “universidad de las ciencias”, destinada a preparar profesores de “tecnología, ingenieros de minas y profesores de ciencias, todos destinados a colaborar directamente en la ejecución de las obras del desarrollo nacional”, según lo demostró el libro clásico compuesto por Francisco Miranda Ribadeneira.
La reforma de la educación superior se planteó mediante Decreto de agosto de 1869; un año después llegaron los primeros sabios jesuitas alemanes: Juan Bautista Menten, matemático y astrónomo; Teodoro Wolf geógrafo y geólogo y Luis Sodiro, botánico. Casi enseguida se abrieron las clases.
Advirtiendo la circunstancia de la cercanía hacia la Línea Equinoccial, se decidió levantar el Observatorio Astronómico y se mandaron a trabajar en Alemania misma, los instrumentos para ejecutar los estudios correspondientes. Luego del trágico fin de García Moreno también se clausuró la Politécnica. Solo fue reabierta durante el mandato de Velasco Ibarra, cuyo padre fue alumno del primer plantel, y se nombró Rector al dr. Jaime Chávez Ramírez.
El último viernes gracias a los afanes del actual director, el astrofísico Ericson López, culminó la restauración del Observatorio, que incluye aparatos para las mediciones sismológicas y el instrumental utilizado en la primera Estación Meteorológica del país, hace 120 años.