El Ecuador está atravesando tal vez la peor crisis de su historia. Esta vez no le caerá sólo una gran recesión, sino tal vez una depresión económica de terribles consecuencias para toda la población, pero más dura para los más pobres y vulnerables. Y no hay cómo empezar a reconstruir el país, porque todavía el país está en confinamiento tratando de contener una epidemia. Esto es diferente, realmente grave y que será difícil salir sin que todos arrimen el hombro y contribuyan según sus posibilidades. Pero desde el líder de la oposición y tal vez candidato presidencial, Jaime Nebot, hasta el último de los expertos en todo, siempre tienen otra idea de qué es lo que se debe hacer y qué no. Cierto es que el liderazgo en el Gobierno es escaso y deja mucho que desear a la hora de comunicar bien cuál es el camino, los costos, los sacrificios… Parafraseando a un gran amigo, nos faltan un Churchill, un Roosevelt, un Deng Xiaoping. Somos lo que somos. Habrá tiempo en el futuro para ajustar cuentas con nosotros mismos por lo que hemos elegido décadas atrás. Para llegar a eso primero hay que sobrevivir. La única forma de hacerlo es con empatía y sacrificio.
Para quienes no saben cómo políticamente se procesa eso, es muy simple: economías coordinadas o en versión de izquierda, capitalismo coordinado, ni liberal ni jerárquico como era típico en América Latina, con su afición por caudillos populistas y despilfarradores.
¿Saben ustedes cuál es el mejor modelo de economía coordinada? Alemania y como habrán visto muchos en las noticias, es uno de los países que mejor ha manejado la crisis. Pero Alemania no llegó a ser una economía coordinada en medio de su bonanza económico en los años 60s o en la década pasada. Esa coordinación estrecha, difícil se gestó en los peores momentos de su historia, justo después de la primera guerra mundial donde -literalmente- a muchos alemanes les tocó comer raíces que lograban encontrar a veces incluso en los campos. Todo su aparato industrial colapsó y también su agricultura, pero los sindicatos se unieron a los artesanos y agricultores para negociar la vuelta al trabajo. Primero a cambio de casi nada de salario y luego -poco a poco- creando consejos tripartitos donde estaban los empresarios, los dirigentes sindicales y algún representante del gobierno para verificar que haya un acuerdo, mejorar políticas públicas o facilitar fondos que puedan ayudar a las partes.
Esto es lo que Augusto de la Torre propone: acuerdos, acuerdos, acuerdos. Público-privados, privados-privados para rescatar la economía, desde el dueño hasta el más humilde empleado para mantener el consumo de la mayoría. Hay mucho por hacer y repensar para paliar esta crisis, pero lo que menos necesitamos por ahora expertos por miles en decir lo mal sin estar dispuestos a hacer sacrificios. Es apenas la etapa de la supervivencia, pero sin acuerdo nacional no habrá recuperación a la vista.