Aunque alejado ahora totalmente de la política activa, no cabe duda que Mijail Gorbachov es uno de los personajes que más decisivamente han contribuido para cambiar la situación de todo el mundo. Este sábado cumplió Gorbachov 80 años, pero lo que él hizo durante su gobierno en la entonces llamada Unión Soviética que fuera el país más extenso del planeta, alteró el panorama hasta el punto que se volvió irreconocible.
Se trata, pues de uno de los revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX, más allá de quienes invocan a troche y moche, venga o no a cuento, aquello de la transformación y el cambio, quienes por eso se vuelven solo graciosas caricaturas.
Como se ha hecho notar con exactitud, producida la brutal ruptura que fue la Revolución Bolchevique de 1917, cada uno de los mandatarios posteriores dejó una huella indeleble de su paso por el poder, dentro y fuera de su país. En realidad el primero de ellos, Vladimir Lenin hasta 1924 condujo la estructuración de la propia Unión Soviética, aplastó los restos del antiguo régimen al vencer a los ‘blancos’, con la decisiva gestión de Trotski y puso las bases de la ‘nueva política económica’.
Con el torvo Stalin desde 1924 hasta 1953, se implantó una asfixiante y cruel dictadura y se impuso de manera draconiana la industrialización general. A lo largo de los años de Nikita Kruschev, entre 1953 y 1964, hubo algo de ‘deshielo’ y se estimuló a la agricultura. La época de Leonidas Brezhnev (1964- 1982), marcó el surgimiento pleno de la Unión Soviética como potencia mundial, pero también el país fue burocratizándose con el mecanismo del Partido único y se extendió la corrupción administrativa.
Los dos inmediatos mandatarios que antecedieron a Gorbachov fueron más bien fugaces, de considerable edad y de tendencias contradictorias: Yuri Andropov, del 82 al 84 intentó promover reformas “desde arriba”, mientras que Nicolás Chernenko se manifestó opuesto a cualquier cambio.
Y entonces apareció Mijail Gorbachov, quien era considerado a los 54 años de edad un hombre joven, casi un imberbe respecto de la gerentocracia del Partido. Las primeras acciones no permitieron adivinar las novedades sobre las que estaba pensando como no fuera el reinicio de las conversaciones del desarme nuclear con el presidente de EE.UU., Ronald Reagan. Pero luego se fueron perfilando alteraciones mucho más espectaculares que en su conjunto integraron la Perestroika, como se designó al programa, bajo el criterio de la Glasnost, es decir de la obligación de decir la verdad y airear los innumerables secretos mantenidos celosamente.
Pero entonces ya no se pudo mantener la Unión Soviética, basada sobre una hábil propaganda y muchos prejuicios. Se la disolvió a finales de 1991 y a la era de Gorbachov le reemplazó entonces la de Yeltsin, mucho más contemporánea.