Después de la devastadora crisis institucional en que se sumió el país tras la década pasada, la reconstitución institucional no puede ni debe esperar un minuto más.
Esa cirugía mayor anunciada como parte del discurso político es en realidad una operación de corazón abierto con el paciente en estado grave.
De tumbo en tumbo, como vamos, con un ex vicepresidente en la cárcel y su sentencia en etapa de apelación, con varios ministros privados de la libertad (como ahora prefieren llamarles) un puñado de altos cargos en pleno juicio y otro puñado de prófugos, hace falta un baño de verdad, una reconstitución histórica.
La revelación de un audio de una supuesta conversación -que las partes no han negado- entre nada menos que el ex Contralor prófugo y el Presidente de la Asamblea Nacional, ruboriza a todo el país. A todo el país menos a quien debiera ruborizar.
En un estado de cosas normal, y eso ocurre en otros países civilizados, cuando estalla un escándalo de semejantes proporciones, los funcionarios señalados dan un paso al costado. Y no necesariamente por ser hallados responsables, peor aún si las afirmaciones del audio divulgado son ciertas y la ‘intimidad’ en el trato es tal como se escucha. Un trato nada extraño cuando se refiere a altos cargos del mismo período pasado, ahora distanciados por los acontecimientos que se han precipitado.
Pero la delicadeza de personajes públicos para no dañar las instituciones aquí parece no contar. Cuando estalló el episodio de los ‘pativideos’ y en el que se revelaron conversaciones en las que participaba un ministro días antes de una importante decisión en torno a los bonos dólares, se hubiese esperado su renuncia, por decoro. Pero no. Allí buena parte del gabinete, encabezado por algunos importantes dirigentes que luego se decantaron como disidentes del ‘proyecto’, se fueron a recibir al aeropuerto al personaje que aparecía en los videos para darle un espaldarazo solidario.
En este caso, vamos a suponer que lo dicho en el famoso audio que escandaliza a la opinión pública esta semana, ¡ojo!, son la conversación, los términos, los contenidos, no el que se los haya divulgado. Lo deseable es que el personajes que ocupa unas altas funciones, si no presenta su renuncia, al menos pida una licencia temporal para aclarar el episodio. Sería lo menos que se puede esperar.
Tal vez, sin desconocer algunos procesos que han avanzado contra todo pronóstico estimulados por el Fiscal General, ese personaje también debiera hacerse a un lado, al menos temporalmente mientras se investiga la realidad de los, hasta ahora oscuros, estudios del 30 S, donde ahora Carlos Pólit dice urbi et orbi que no hubo golpe de Estado. Todo fue, como se dijo siempre, una rebelión policial que ‘la Megan’ y su equipo de ‘super creadores’ inflaron ante la estupefacción y el asombro de una opinión pública endrogada por la revolución ciudadana. El sueño de opio se acabó.