La decisión de eliminar la Secretaría Nacional de Inteligencia es un acierto del presidente Lenin Moreno. Sus palabras textuales fueron que había dispuesto “iniciar el proceso de eliminación”, porque, en efecto, la Senain fue creada por ley por lo que no se la puede cerrar sin una reforma legal que pase por la Legislatura.
Que la decisión haya sido tomada “recogiendo el clamor ético de la ciudadanía” es muestra de sensibilidad democrática. Pero esa misma sensibilidad tiene que llevar a dar un paso crucial, puesto que se trata de la ética: auditar el uso de los recursos que se entregaron a esa entidad y, sobre todo, establecer qué hizo, qué informaciones recopiló de los ciudadanos ecuatorianos, qué medios empleó, qué comunicaciones interceptó, qué equipos compró, y decidir el destino de esos ficheros, audios, videos, fotografías. Entre otros, estarán allí, las imágenes que, sin recato alguno, tomaron a los candidatos opositores en las elecciones pasadas y las que captaron en cada marcha ciudadana, pero habrá mucho más, porque ya sabemos que, durante nueve años, sus agentes han violado las comunicaciones personales y espiado la vida privada de los opositores. ¿Qué habrá encontrado el coronel Jorge Costa? Él mismo, un hombre recto, puede estar al frente de esa tarea de liquidación.
Ahora bien, la reforma no puede limitarse a suprimir el artículo 13 de la ley que creó la Senain en septiembre del 2009, como entidad de derecho público, independencia administrativa y financiera, personalidad jurídica y responsable del Sistema Nacional de Inteligencia, porque lo que hay que derogar es toda la Ley de Seguridad Pública y del Estado, que creó un sistema paralelo, una suerte de Ministerio de la Seguridad del Estado, la infame Stasi de Alemania Oriental.
Es indispensable concebir el problema en su integridad, dando el papel que les corresponde a las FF. AA. y a la Policía, sobre todo a la luz de los trágicos sucesos de estos días en que tres compatriotas han muerto y otros han quedado mutilados o heridos en los atentados contra la fuerza pública al norte de Esmeraldas. ¿Qué trabajo hizo allí la Senain, si hizo alguno? Moreno se habrá dado cuenta, es obvio, que la Senain no estaba capacitada para trazar los planes para que el Ecuador enfrente esta amenaza de la delincuencia transnacional porque a lo que se dedicó fue a espiar a los opositores. ¿Quién lo debe hacer? Ya el Presidente ordenó se trasladen al área funcionarios de tres ministerios: Interior, Defensa y, en una señal de una comprensión integral del problema, Inclusión Económica, espero que para que estos últimos trabajen para resolver los problemas de la población local. La tarea no es solo segar la Senain, es sembrar las semillas de un sistema eficiente, pero democrático, de seguridad estatal y ciudadana.