La reorganización de las altas autoridades de la Asamblea Nacional se logró con menos tormenta de la que la dispersión auguraba.
Hay que reconocer que poner las fichas en el tablero y obrar la combinación de las jugadas era tarea de un maestro del ajedrez.
No se sabe a ciencia cierta quién movió esa fina mano tras bastidores, pero todo transcurrió con menos tensiones de las que se podía esperar.
Ahora todo estriba en que el nuevo titular, hasta hace poco apenas conocido en el terreno de la política – como la mayoría de legisladores del bloque oficialista – sepa alinear a las comisiones y los distintos partidos en el emprendimiento de una agenda básica que el país requiere.
Un tema clave es aquel de la economía. Si los esfuerzos encomiables del equipo del Ejecutivo lograron despertar interés, primero, y apoyo, luego, del Fondo Monetario Internacional, FMI, era algo apenas previsible en los inicios de diciembre.
Entonces muchos expertos hacían cálculos y los números no cerraban para pagar las cuentas de la Caja Fiscal.
Pero la puesta en escena de un plan convincente tocó cierta fibra sensible – apenas conocida – en altos ejecutivos y técnicos del FMI y el contenido social del mensaje del Gobierno fue acogido de buen grado.
El reto, luego de los primeros desembolsos y las ofertas de cuantiosos recursos para el período es que todo se pueda poner en marcha. En esa línea el ganarse la credibilidad perdida por el Gobierno del discurso y la tarima no es cosa de un día.
La destrucción y la tierra arrasada se consiguen con unas cuantas bombas incendiarias pero el respeto y la credibilidad se labran con esfuerzo y toman su tiempo.
Lo bueno es que ahora el ejército de trolls pagados con quién sabe que recursos – diezmos, cosechas arroceras, cuentas ignotas o cifradas – no basta para hacer la guerra alentada desde allende los mares.
Una a una deben llegar a la Asamblea y tratarse con seriedad en el nuevo concierto de las comisiones legislativas, varias leyes urgentes. Completar las reformas económicas, lograr un acuerdo para generar trabajo para los desempleados sin afectar derechos adquiridos de quienes si tienen trabajo fijo son tareas prioritarias.
Hay que atender la Seguridad Social, sanear sus cuentas, y hacerla viable.
Cabe estimular cambios en una Código Monetario y Financiero restrictivo y que orquestó un frenazo a los préstamos productivos y cambiar lo que haya que cambiar para viabilizar nuevas empresas y que las que existan creen más plazas de empleo.
Tener un marco de impuestos suficiente, que se paguen tributos, pero que no se ahuyente capitales; y propiciar alicientes para que llegue inversión privada.
Los legisladores deben sintonizar con claridad el nuevo momento del país. La empresa y la banca deben acompañar, ganar dinero, generar trabajo y crear valor y riqueza. Una democracia se nutre del crecimiento, para con él, hacer justicia social.