Impecable la actuación de Correa, en fondo y forma, en relación al golpe de Estado parlamentario en Paraguay, fue una defensa de la democracia por principios, procedimientos y con ánimo de crear precedentes de condena frente a tentativas similares. El juicio a Lugo careció de legitimidad y legalidad. Lo saben los ecuatorianos, expertos en golpes de Estado legislativos (Bucarán o Gutiérrez); faltó forma y fondo al juicio a Lugo, tampoco tuvo base popular de apoyo como en Ecuador, lo que da legitimidad al Golpe. Y es una estrategia indefendible de la derecha paraguaya carente de visión democrática. Lugo no ha sido un radical de izquierda, más bien muy a la paraguaya, a pasos mesurados, trató de establecer democracia, en procedimientos e inclusión de sectores excluidos, el mínimo de una democracia. Tarea difícil en Paraguay luego de tanto tiempo de autoritarismo y tiranía despótica (literalmente) que si las novelas lo pintan horrible quedan cortas ante los hechos. Se han vengado ahora los que no saben de democracia y la invocan a uso privativo.
La aceptación de Lugo de su destitución puede ser loable para evitar confrontaciones internas y represivas en las que perdería el sector popular y la democracia o es acaso una aceptación de una derrota interna y personal, un reconocimiento de errores, en todo caso deslegitima a la resistencia al golpe.
Correa declaró que la democracia no es simple legalismo procedimental como el juicio a Lugo. Es buena noticia, pues una primera lección a sacar de este golpe es que si los electos justifican sus acciones en simples procedimientos legalistas y no en procedimientos democráticos o hacen de estos simple pantomima, legitiman que los contrincantes mañana hagan lo propio, no siembran democracia. Hay un largo debate en América Latina sobre democracia, la mal comprendida porque es usada a conveniencia. Se la defiende cuando conviene, no por principios ni procedimientos, como respetar los equilibrios de poderes o el derecho de los contrincantes, sino para defender al que la invoca, más no si la democracia es favorable al contrincante. El desafío democrático en América Latina es que aún existe esta idea que la democracia no vale por sí misma, sino sólo si me conviene. Así los que tienen el poder condenan el control a su ejercicio por los oponentes o por el pueblo con organizaciones diversas cuando la sociedad sin ser parte de partidos o de electos/as puede emitir criterios opuestos a estos y controlarlos, con la protesta incluida. Eso no lo aceptan los del poder sino a conveniencia o simple procedimiento. Así, la defensa de Correa de procedimientos democráticos por encima de simples oropeles legalistas enriquecerá la democracia interna. También vale congratularse que las organizaciones nacientes como UNASUR y América Latina defiendan normas de democracia y sanciones si se les irrespeta.