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A veces las tragedias se vuelven una oportunidad. El gobierno de Lenin Moreno en su voluntad de superar el autoritarismo y el estilo de gobernar “dueño del país” se fue al otro lado y asignó ministerios como silos, desde los cuales es prácticamente imposible solucionar problema alguno. Política exterior y migratoria fue la principal evidencia de que esto pasaba. Hasta el 5 de junio, se pretendió que podía coexistir una Cancillería no sólo Albista sino pro-liga autoritaria con un Ministerio de Comercio aperturista que estaba además solicitando entrar a la Alianza del Pacífico. Como vimos estas dos semanas, la política de silos terminó en una decisión absurda de solicitud de pasaporte a una población en riesgo, porque seamos realistas: Venezuela ha restringido al máximo la emisión de pasaportes, tanto dentro como fuera de sus fronteras, precisamente como medida de presión. ¡Imagínense a los sirios llevando pasaportes (o cualquier documento) en sus travesías por el Mar Mediterráneo o el Egeo!
La necesidad de enfrentar la tragedia venezolana dándoles salidas humanitarias a esos migrantes que huyen buscando oportunidades en los países del área andina y el entorno sudamericano demanda coherencia y una reconfiguración global de la política exterior donde Lenin Moreno señale claramente su giro político y las razones de fondo de ese giro. Es saludable que el Ecuador haya salido del ALBA, donde nunca tuvo ningún tratado constitutivo al que renunciar, pero que sí generó costos reales y específicos en materia de atracción de inversiones y percepciones equivocadas (o no) sobre la seguridad jurídica en este país, cuyo efecto bola de nieve apenas estamos empezando a entender. Seguramente esta decisión tendrá repercusiones positivas en la apuesta del Ecuador de entrar a la Alianza del Pacífico y de ser percibido en forma distinta en otros foros regionales, pero podrá volverse un bumerán no sólo para el éxito o no de la Reunión Técnica sobre Venezuela convocada para el 17 y 18 de septiembre sino para el futuro político de la UNASUR que el mismo gobierno de Lenin Moreno se ha encargado de dinamitar, anunciando la utilización de su sede cuando no le pertenece. Eso sin contar con las dubitaciones en torno al tema de fondo de Venezuela que determinaron una salida en falso hace pocos meses, proponiendo un referendo que ni Ecuador ni cualquier organismo en la región estaba en posibilidades de garantizar y, con la posibilidad real de que si llegaba a ser acogido por el presidente venezolano Nicolás Maduro podía haberse convertido en mecanismo de legitimación de su régimen autoritario.
Estos y otros palos de ciego han determinado que Ecuador tenga que caminar sólo en busca de su propia legitimación. Ni en el Grupo de Lima, ni en el Socialismo del Siglo XXI sino todo lo contrario. Los vientos integracionistas se apagaron y ahora sólo queda enmendar, recomponer y decidir una hoja de ruta donde el país recupere la legitimidad perdida. Pero parece que ya estamos comenzando.