El pulso político que vive el país es sui géneris. A tal punto que un mismo movimiento es, a la vez, Gobierno y oposición.
Esta semana se trazó de modo más nítido el divisor de aguas de dos corrientes en el bloque parlamentario de Alianza País. Esas discrepancias afectaron a tal punto a la marcha del ente legislativo que congelaron las tareas fundamentales de esa función del Estado: la legislación y la fiscalización. 22 legisladores permanecen hasta ahora fieles al expresidente y ese apoyo se expresa aún en el caso que afecta a Jorge Glas, vicepresidente despojado de sus funciones y que guarda prisión preventiva en la cárcel 4. Parecería que esa facción lo apoya de modo incondicional.
El otro bloque aparece junto a Lenín Moreno y además opta por el respaldo a la Consulta Popular. Suman 47 legisladores.
Hay, al menos, dos casos de personas que aparecieron apoyando la Consulta pero que discrepan y cuestionan a la propia dirigencia del bloque.
Esas sumas y restas, que esta semana fueron más claras, se decantarán definitivamente cuando el Consejo Administrativo de la Legislatura, CAL vuelva a tratar y decidir sobre el juicio político a Jorge Glas que los bloques de la oposición -la natural conforme a la composición política- presentó por segunda ocasión.
Estos días se siguen sumando apoyos para el Presidente. Ex constituyentes, directivas provinciales de AP, sectores sociales.
Todo esto parece neutralizar la curiosa decisión de una parte de la Directiva Nacional, fiel al expresidente, que decidió desbancar a Lenín Moreno de la presidencia de AP. La foto de esa noche fue decidora. En las imágenes captadas por la prensa en la sede de AP y en la Presidencia las caras de ambos bandos eran de velorio. Todo un sin sentido. Unos dirigentes -alguno fue asesor hasta hace poco-, defenestrando a quien, por estatutos, debe presidir el movimiento. Otras dirigentes, tan efusivas en las tarimas de campaña hasta hace poco para pedir al Ecuador el voto por Lenín, ahora se muestran furiosas con sus acciones.
La decisión polémica es tratada por el Comité de Ética del movimiento, para revisar si esa facción de la directiva actuó conforme a los procedimientos estatutarios o, como se presume, el factor político de la división evidente primó sobre el procedimiento. Es probable que algunos de los dirigentes sean sancionados o expulsados.
Otro tema ofrece una lectura confusa. Hay dos vicepresidentes. Uno, elegido por el voto popular, sin funciones, privado de su libertad y con la sanción de la Contraloría. Y una Vicepresidenta encargada, hasta hace poco ferviente correísta devenida en leninista.
La huella de esta división marca la partida de nacimiento de un gobierno en el que cada facción reclama para sí la legitimidad del membrete de la Revolución Ciudadana mientras la economía está en crisis y la política se agotó en el modelo de concentración de poder.