Gobierno “pato cojo”
En el argot político anglosajón se utiliza la expresión “lame duck”, pato cojo en español, para describir a una autoridad, usualmente un presidente próximo a terminar su mandato, que se mantiene en el poder a pesar de que ya hay un sucesor designado. Es un mandatario que tiene el poder formal, pero ya no lo ejerce plenamente. Esta situación se prolonga por unas semanas hasta que se dé la entrega del poder.
En el Ecuador actual vivimos una situación así, pero más grave y peculiar. La cojera durará un año y está agudizada por varios condicionantes. Primero, y como gran paradoja, no hay aún un sucesor elegido sino varios aspirantes, muchos de ellos sin posibilidad alguna; segundo, no es solamente el presidente el pato cojo, sino todo el Gobierno. Veamos: el Gobierno en su conjunto no tiene respaldo popular (¡las encuestas coinciden en que no llega al 20% de aceptación o de credibilidad!); no tiene apoyo político ni en las calles ni en la Asamblea, donde le es casi imposible pasar leyes sin negociar con varios pequeños grupos parlamentarios o hasta asambleístas individuales que piensan en sus intereses y en su reelección. A cambio piden pequeños o grandes favores… campea la corrupción.
Hay que reconocer que la coyuntura no le ha favorecido. El covid-19 ha golpeado fuertemente al país –tampoco el Gobierno ha podido gestionarlo adecuadamente y peor comunicarlo-, la corrupción del correísmo -y la suya también- ha sido demencial y perversa, la economía heredada fue un regalo envenenado –pero también ha sido manejada con poca habilidad y un enorme derroche de recursos-, los precios del petróleo cayeron a precios inimaginables y, por si fuera poco, se rompió el OCP.
Salvo excepciones, ha sido un Gobierno con gabinetes anodinos, tres vicepresidentes con una cabeza sin liderazgo y sin iniciativas, incapaz de articular políticas entre sus colaboradores y de lograr consensos para aplicar medidas de fondo. Todo ha terminado siendo cortoplacista y, dentro de la debacle, con un sesgo favorable a los grandes grupos económicos y no de los sectores más vulnerables.
¡Lo grave para el Ecuador es que este Gobierno es cojo por un año y no solo por semanas! Un año entero sin capacidad de pleno ejercicio del poder, cuestionado por todos lados, desperdiciado, un año en que el pueblo está pendiente de las elecciones que se vienen para saber si algún iluminado es capaz de sacar al país del abismo.
Y aquí la única ventaja de la condición de “lame duck” del Gobierno: nadie quiere que se caiga, todos, amigos y adversarios, lo sostienen para preparar sus estrategias con la intención de llegar al poder sin saber para qué ni lo que van a hacer frente a las ruinas que recibirán. Si no lo mantienen en pie, el pato será doblemente cojo, y no habrá gobierno que pueda caminar.