Nacieron en el nuevo milenio, en medio de tiempos turbulentos marcados por el terrorismo, conflictos bélicos y virus mortales. Nacieron en un país rico en recursos naturales pero pobre en cultura y educación; un país que siempre ha vivido en crisis, que se acostumbró a los golpes de Estado, a los políticos populistas, bailarines, gritones, vulgares; a la corrupción, que solo ha hecho metástasis desde entonces.
La pandemia mundial los sorprendió en su último año estudiantil, pero de todos modos se sienten ganadores, capaces de conquistarlo todo, y eso es bueno, porque pronto se enfrentarán a la vida adulta y allí será necesario mantener en alto sus defensas. Se acaba para ustedes la esplendorosa época de la escuela y el colegio, una época que retendrán siempre en sus memorias como la más alegre y luminosa; una época en la que sus problemas se reducían a levantarse temprano, estudiar y rendir exámenes, hacer los deberes, enamorarse un montón de veces, conseguir permiso para una fiesta… Ahora van a extrañar esos problemas.
Aquella burbuja que es el hogar, el colegio y los amigos, estallará cuando descubran una realidad diferente, aunque la universidad los mantendrá todavía unidos a su pasado por un hilo temporal. Y luego, en poco tiempo, cuando menos lo esperen, volverán a mirar hacia atrás y contemplarán tan lejana su niñez, su juventud, sus aulas, sus amigos, la despreocupación y levedad envuelta en risas y juegos, que todo les parecerá como un sueño distante y fugaz.
Hoy su generación se siente apenada y decaída porque la pandemia mundial frustró el final de una época, un final que debía ser todo algarabía, fiestas, bailes, emoción y también lágrimas, sin duda. Muchas gente les dirá que esas lágrimas, lamentos y añoranzas resultan frívolas en estos tiempos marcados por la muerte, por la crisis ecónomica, por la quiebra de negocios y el desempleo galopante, por la inmensidad de la tragedia que está viviendo la humanidad. No hagan caso a ese tipo de críticas, pero tampoco las reprochen, pues ustedes tienen todo el derecho de llorar y lamentarse por no haber podido volver a las aulas en las que pasaron buena parte de su vida, por no haberse despedido con un abrazo de sus profesores, por no haber hecho su última travesura en el colegio, por no haber compartido los meses finales con sus compañeros. La libertad también es sentir y expresar sus penas y alegrías respetando en la misma forma los sentimientos y expresiones de los demás.
Para vergüenza de las generaciones anteriores, les recibimos con una sociedad corrupta, fragmentada, insegura, destruida económica y moralmente. Los jóvenes de la gloriosa 2020 se suman ahora a nuestros sueños, a nuestros deseos y a nuestras metas que, a pesar de la realidad, aún se mantienen intactas. Serán ustedes los que asumirán pronto la responsabilidad de hacer de ésta una sociedad tolerante, respetuosa, libre, igualitaria, culta, una sociedad como la que todos hemos imaginado alguna vez.