Numerosas personas han propuesto al Municipio de Quito que varios monumentos cambien de sitio, en ciertos casos razonablemente, pero han resultado tan onerosos que los gastos desequilibrarían el presupuesto edilicio. Además, la ubicación de cada busto o estatua, cuando fue determinada, obedeció a circunstancias que el tiempo ha vuelto imprescriptibles. A veces, al aceptarse las sugerencias de cambio, la solución encontrada ha resultado inconveniente: piénsese en el monumento a González Suárez, de escultor italiano Luigi Cassadío, cuyas proporciones, acordes con la Plaza de San Francisco, resultan mastodónticas en la Plaza Chica donde ahora se encuentra. No falta quien proponga que otra vez se traslade ese monumento a la Av. González Suárez, en lugar de la estatua sedente de Churchill, cuyo nuevo emplazamiento habría que buscar o… construir.
Otro debate que en estos días ha resurgido se refiere a la nomenclatura de la ciudad: casi ninguna calle o avenida lleva el nombre que le correspondería, pero que al imponérselo, en su época, pareció aceptable. El mayor número de nombres ha permanecido y solo se ha cambiado en alguna rara ocasión, al demostrarse que estaba duplicado, o que razones históricas volvían más conveniente el cambio, siquiera parcial, de una vía, más bien moderna que antigua. Tal el caso de la calle Diguja, nombre de un antiguo Presidente de la Real Audiencia de Quito, sin mayor trascendencia y en parte ingrato, que se dejó solamente para un sector, mientras la mayor parte se denominó ‘Antonio Granda Centeno’, el infatigable empresario que construyó numerosas carreteras en el país, venciendo obstáculos que parecían insuperables como en Tatatambo, y en Quito realizó lotizaciones, urbanizaciones, pavimentación y edificios. Precisamente fue él quien construyó la calle Diguja, en la serie de urbanizaciones que creó.
Con motivo del Día de la Mujer, a petición de organismos de acción femenina, el Municipio que preside el Dr. Augusto Barrera Guarderas aprobó llamar, con nombres de mujeres de significativa participación en la historia, una decena de calles solo señaladas con el código alfanumérico. Junto con estos bautizos viales, en un caso se resolvió sustituir el nombre del Gral. Toribio Montes, que tomó sangrientamente Quito en 1812, por orden de José Abascal, Virrey del Perú, y continuó con nuevas ejecuciones y destierros la persecución iniciada por Ruiz de Castilla en 1810. En lugar de su nombre se resolvió llamar ‘Rosa Montúfar’ esa calle, reconociendo así el patriotismo de esa mujer que en el período 1810-1822 dio reiteradas pruebas de heroísmo.
¡Tan generosa ha sido nuestra Capital que aun Abascal tiene aquí su calle, pese a que fue enemigo irreconciliable de “los alborotos de Quito”, que ordenó reprimir a sangre y fuego!