Por encima del género somos hermanos. Quiere decir que sobre la ideología de género hay mucho que hablar, dialogar y discutir. Porque no todo está tan claro. Hoy, el tema se ha politizado (como otras cosas), cada uno defiende a ultranza sus posiciones dando por bueno lo suyo, su forma de pensar, su experiencia subjetiva y su lucha diaria, aunque sea altamente discutible.
Tal como recoge la Amoris Tetitia del Papa Francisco, la ideología de género es una preocupación de primer orden. “Tal ideología niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer. Presenta una sociedad sin diferencia de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia”, hasta el punto de que semejante opción va imponiéndose como un pensamiento único.
Ecuador no es ajeno a esta encrucijada. Tal como yo lo veo, lo que se busca es borrar la diferencia sexual biológica y manipular la condición humana. Es lo que el Papa ha llamado “colonización ideológica”, algo que cala poco a poco en nuestra sociedad, no sólo a nivel cultural sino también legal. ¿Será suficiente con subir los decibelios e insultar al diferente? No lo creo. Hoy más que nunca hay que sentarse a hablar y escuchar al otro.
Esto no significa renunciar a plantear con claridad y firmeza las propias convicciones y certezas. Pero es necesario hacer ver que la Iglesia, ni en su doctrina ni en su actuación, puede ser identificada con posturas contrarias a la dignidad de la persona humana, más allá de su orientación sexual, cualquiera que sea. Resulta bien triste que la inmensa mayoría de los que conforman el grupo o los grupos LGTBI vean a la Iglesia como un enemigo que sólo persigue y condena, incapaz de salir al encuentro del otro, precisamente por ser diferente. Muchos de estos muros se desvanecerán en la medida en que la Iglesia viva y sienta que acompaña a hermanos, a hijos de Dios. Quizá la fórmula sea así de simple: acompañar a las personas y refutar la ideología de género desde el debate sereno y la evidencia científica. Sobre todo, acompañar con misericordia a aquellos que se acercan a nosotros con su sufrimiento a cuestas.
Siempre tendremos que distinguir entre lo que es acompañar a las personas y el debate crítico. Lo primero casi siempre es posible, aunque no sea fácil. Lo segundo es más complicado. Requiere una antropología clara y profundamente personalista. Requiere capacidad crítica y superar la tentación de reducir el pensamiento a un discurso único. Decir que el gender es una opción personal o cultural, independientemente del sexo biológico, me parece demasiado. Les guste o no a sus defensores, la ideología de género promueve un fuerte dualismo antropológico en el que el “sexo” sería un mero dato biológico, incapaz de configurar en modo alguno la realidad de la persona. Me disculparán si tengo otra visión acerca del ser humano.
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