Una vez más el mundo celebrará Navidad mientras Israel pone toda su fuerza al servicio de exterminar líderes de Hamas y -en el camino- los civiles que se pongan por delante. Como los que quedan en el estrecho de Gaza no piensan quedarse con los brazos cruzados, la ola de proyectiles contra Israel ya ha empezado y no terminará pronto. El resultado de siempre, miles de muertos y heridos, con los caídos palestinos superando 400 a 1 a los caídos en el lado israelí. A todo esto, Israel lo llama defensa propia y la narrativa sobre el tema ha colmado ya todos los espacios de noticias en el hemisferio occidental como el eje principal de verdad.
Basta analizar las noticias del otro lado para darse cuenta que no hay un antes y un después en esta historia. Es un eterno siempre, que empezó en el año 2003 cuando la derecha ganó las elecciones por primera vez, y el entonces líder palestino Yasser Arafat perdió la oportunidad histórica de firmar un acuerdo de paz bastante más equitativo que el que podía cualquier líder palestino firmar en la historia. El resultado: la radicalización de todos los bandos. Israel volvió más agresiva su política contra los palestinos, construyendo el muro de la vergüenza, haciendo más agresivos los controles para los palestinos, cerrando las fronteras para la importación de provisiones y, sobre todo, expandiendo la ocupación forzada de territorios palestinos vía asentamientos. Los palestinos contestaron votando por Hamas en Gaza, quienes establecieron como política lanzar cohetes a territorio israelí periódicamente.
Cisjordania al mando de Al Fatah tomó el camino pacífico de promover el estado palestino, pero tampoco funcionó y sus habitantes viven los horrores diarios del aislamiento, la represión israelí y la pobreza. En el camino, Estados Unidos –hasta el 2000 el único capaz de impulsar la paz- perdió la equidad con George W. Bush y con Obama perdió la paciencia.
Ya nadie en la Casa Blanca tiene ya la menor intención de emprender un plan de paz a gran escala.
No es un secreto ya que para la derecha israelí no hay plan de paz posible, a no ser uno en el que Israel tome posesión y control efectivo de todo el territorio y una minoría palestina se someta al gran estado israelí, con mínima autonomía. Esta visión (si se la puede llamar así) se renueva casualmente cada vez que Netanyahu está próximo a enfrentar elecciones –como ahora por ejemplo-. Y entonces empiezan las campañas militares. Por cierto, en la última campaña militar israelí denominada en la Navidad 2008-2009, más de 1 400 personas murieron del lado palestino, y 13 del lado israelí. ¿Cómo uno llama a esto una operación defensiva?
Ante esto, la desidia internacional, especialmente del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Ban-Ki-Moon, es espeluznante. ¿Cuántos miles tendrán que morir esta vez para que alguien emprenda un plan de paz?