La Nación, Argentina, GDA
Tras 29 días de acciones bélicas de gran intensidad, Israel y Hamas aceptaron un cese el fuego de 72 horas, prorrogado por idéntico plazo. Por tercera vez desde fines de 2008, el resultado de esos enfrentamientos fue la muerte de muchísimas personas y la destrucción de la infraestructura de una pequeña zona del mundo cuya población vive en la miseria.
Durante las cuatro semanas de intensos combates, Hamas disparó hacia Israel más de 3 000 misiles, algunos fabricados en Gaza y otros aparentemente suministrados por Siria e Irán. El inventario de esas armas ¡ahora en poder de Hamas? incluye misiles que pueden alcanzar cualquier rincón de Israel. Ese lanzamiento fue respondido por Israel, en ejercicio de su derecho a la legítima defensa, que está sometido al requisito de “proporcionalidad”, en cuya interpretación existen matices y opiniones disímiles.
De la lucha armada se pasó a la mesa de negociaciones por los esfuerzos de Egipto, de los Estados Unidos y de las Naciones Unidas. Un acuerdo debiera naturalmente apuntar a construir una paz duradera. Para ello, es necesario considerar la situación desesperante de la población de la Franja de Gaza, que vive en la miseria por efecto de un bloqueo económico que lleva ocho años y que es responsable de la desesperanza y de las dificultades cotidianas que soportan sus habitantes. Esto genera frustraciones y resentimientos que impulsan a muchos a reaccionar con violencia.
Cualquier arreglo debiera apuntar a desmilitarizar la Franja de Gaza, a evitar que, desde allí, se disparen indiscriminadamente misiles contra Israel. También asegurarse que no volverán a construirse los túneles que han sido destruidos por la ofensiva israelí, porque está claro que no se trataba de instalaciones puramente defensivas.
Hamas controla la Franja de Gaza desde 2007, pero no es la única voz que debe hablar por el pueblo palestino. Acaba de suscribir un acuerdo político con Al-Fatah, la organización que gobierna en Cisjordania. Mientras Hamas rechaza la existencia del Estado de Israel, Al-Fatah ha probado estar dispuesto a convivir con la estructura de los dos Estados y a trabajar para construir y mantener la paz. La más moderada Al-Fatah no puede estar ausente en la negociación.
Cabe celebrar la disposición del Estado de Israel a contribuir en la reconstrucción de la Franja de Gaza en la medida en que se alcance un acuerdo de paz para mejorar la calidad de vida de los sufridos habitantes.
Todos los que expresaron públicamente su comprensible consternación por los enfrentamientos entre Israel y Hamas debieran contribuir decidida y abiertamente a los esfuerzos por reconstruir la Franja de Gaza. Cabrá asignar a las Naciones Unidas funciones de vigilancia y contralor en esa zona, para evitar que el fanatismo o la desesperación impulsen nuevas agresiones. Si esto se comprende, quienes viven en la Franja de Gaza podrán finalmente escapar del pantano de angustia y sufrimiento, y dejar atrás el horror de la violencia que, de tanto en tanto, se abate sobre ellos.