El enorme gasto público es el segundo mayor problema de la economía ecuatoriana. Así de mal estamos. Lo realmente preocupante es la falta de competitividad del país, o sea, el hecho de que somos una economía donde producir es complicado y costoso; el ser un país donde el potencial es enorme, pero utilizamos sólo una fracción de ese potencial porque hemos creado todo un sistema para despechar al inversionista.
Esto es el resultado de desacreditar a los empresarios, insultarlos en una que otra sabatina, llenarles de prohibiciones y, sobre todo, cambiarles las reglas. Y lo que nos trajo a este punto es un profundo desprecio hacia todo aquel que, produciendo, pueda ganar dinero. Y todo por una dañina mezcla de resentimiento e ideología.
Veamos un par de ejemplos de maneras de evitar que la gente invierta. Si en el Ecuador una empresa no le paga al IESS, la seguridad social le puede poner una coactiva, puede iniciar acciones legales contra su representante legal e, increíble pero cierto, puede incautar recursos a los accionistas. Esta política, que puede sonar muy solidaria con los empleados y con los afiliados del IESS, es un enorme desincentivo para comprar acciones de cualquier empresa, pero, sobre todo, para poner capital en una empresa que esté en dificultades económicas (que es cuando más necesita de capital).
Otro ejemplo son las prohibiciones a invertir (si, hay gente que está prohibida de invertir en ciertos sectores) porque los dueños de medios de comunicación y los dueños de instituciones financieras no pueden invertir en otros sectores de la economía. El problema con esto es que los dueños de medios de comunicación suelen ser personas especialmente informadas y que, por lo tanto, conocen de oportunidades de inversión que a otros se les puede escapar. Pues por la normativa absurda de este país, esas personas altamente informadas, por haber sido calificadas como enemigos de la revolución por el anterior gobierno, no pueden abrir ni una tienda de barrio.
Y luego están todos los impuestos que son altos, crecientes, complicados y distorsionantes. Altos porque ya estamos por encima del promedio de América Latina en el peso de los impuestos en la economía; crecientes porque cada año son más; complicados porque hacer una declaración requiere de expertos en el tema y distorsionantes porque crean incentivos absurdos para los agentes económicos como lo que pasa con el ISD o los anticipos “mínimos” al impuesto a la renta.
Durante casi una década, el Ecuador se olvidó de producir y se dedicó a vivir de las abundantes rentas del petróleo. Ahora que esa riqueza se terminó, hay que desempolvar los viejos textos de economía y revivir la importancia de algo tan básico como producir.
@VicenteAlbornoz