El año pasado la economía creció bastante bien. En realidad, el 2011 fue el segundo año de más crecimiento desde la dolarización. Gracias a ese buen crecimiento, la pobreza y el desempleo cayeron. Pero todo ese crecimiento se debió a un disparo del gasto público, un disparo enorme, insostenible, pero que hace popular al Gobierno.
Hay un dato que resume el tamaño del Gobierno en la economía ecuatoriana: en 2011, la totalidad del gasto público equivalió al 49% del PIB. Sí, lo gastado por el Gobierno y las demás instituciones públicas equivalió a la mitad de la producción nacional, a la mitad del PIB.
Históricamente, la participación del gasto en el PIB había sido menos de la cuarta parte y hasta el 2006 así fue. Pero después, junto con el aumento del precio del petróleo vino un Gobierno convencido de que gastar siempre es bueno y que ahorrar es neoliberal. Pero resultó también que gastar mueve la economía y baja el desempleo, por lo que el gasto público, disparado hasta el techo, se volvió un arma electoral muy poderosa. Y claro, ahora que se empiezan a acercar las próximas elecciones, el Gobierno no ha dudado en abrir las compuertas del gasto.
El último trimestre del año pasado, el sector público gastó algo más de 10 000 millones de dólares. Sí, el gasto en solo tres meses superó los 10 000 millones de dólares, un gasto enorme, insostenible.
Para tener una idea de cuánto representa esa cantidad, considérese que es bastante más del triple de lo gastado el último trimestre del año 2005, incluso ajustado por la inflación. En resumen, el Gobierno gasta hoy bastante más del triple de lo que gastaba antes, gasta 10 000 millones en un trimestre, gasta casi la mitad del PIB.
Por lo tanto, no debería sorprendernos que la economía crezca pues una inyección tan alta de recursos es como para levantar muertos. El problema es que la única razón por la que la economía crece es porque el Gobierno le inyecta recursos. La inversión, la otra fuerza que impulsa el crecimiento está alicaída y recordemos que la inversión (sobre todo la privada) es la única que puede asegurar el crecimiento de un país en el largo plazo.
El gasto público genera un crecimiento de la economía impulsado por el consumo y no un crecimiento basado en producción. Pero eso no importa. El largo plazo es algo distante y lejano para nuestros altivos gobernantes. Lo único que importa es ganar las próximas elecciones y perpetuarse en el poder aunque eso sea a costa de convertirnos en un país consumista.
El gran problema de todo esto es que, cuando caiga el precio del petróleo, caerá el gasto público y caerá la economía. Y si el precio del petróleo se estanca, se estancará la economía. Así como estamos, nuestra economía solo podrá crecer si sube el precio del petróleo.