Durante la década anterior, el país vivió de muchas promesas, que en la práctica no se cumplieron. Una de ellas fue que entre los objetivos que se perseguía con la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas, que demandó una inversión de más USD 2 000 millones, se contemplaba producir combustibles con mejor calidad. Eso no ha ocurrido. Y tampoco sucederá, al menos, hasta el 2018.
Sin ofrecer muchos detalles del porqué, las autoridades relacionadas con el control de la calidad en los hidrocarburos notificaron que la estatal petrolera puede seguir comercializando, por un año más, las gasolinas súper y extra con octanajes inferiores a los que establece la norma INEN.
Cuando se anunció que la producción de combustibles mejoraría hubo satisfacción principalmente en dos sectores. Por un lado, en quienes creían que de esta manera el mayor beneficio se lo obtendría en el cuidado del ambiente y por otro, en aquellos que apuntaban a contar con un mejor combustible para aliviar la vida de sus automóviles.
Incluso esta disposición va en contra de las propias políticas del Gobierno. El Ejecutivo ordenó que desde este año los vehículos importados que ingresen al mercado deben contar con tecnología Euro III (para reducir los niveles de emisiones), una resolución que se tomó considerando que este año se tendrían gasolinas de mayor calidad.
Habrá que esperar un año más para que las “condiciones técnicas y económicas mejoren” en la Refinería y así el consumidor pueda acceder a productos óptimos. Es decir, que se cumpla la promesa ofrecida desde el poder.
Esta es una muestra más de la inconsistencia entre lo que se ‘planifica’ y lo que se hace. Paradójicamente, la sustentabilidad ambiental es uno de los pilares del Plan Nacional de Desarrollo 2017-2021; de todos modos, allí se definen lineamientos para el mediano plazo. Quienes alguna vez han manejado una empresa saben lo importante que es lograr esa visión corporativa, pero si las políticas desde el Estado no se cumplen, no hay esfuerzo que valga.