En la Academia Nacional de Historia sesionó la Corporación para el desarrollo de la educación universitaria (Codeu), que presiden Álvaro Trueba y Edmundo Batallas.
El numeroso público allí reunido participó en la presentación de una nueva biografía de García Moreno, un libro de 422 páginas aparecido primeramente en inglés el año 2008, patrocinado por la Universidad de Texas, cuya excelente traducción al español se debe a Susana Winter L. y es la que ahora se publica en Quito. Su autor es Peter V. N. Hendersdon, catedrático de Historia desde hace más de dos décadas en Winona, Universidad del Estado de Minnesota, donde ha sido por dos ocasiones Decano de la Facultad de Ciencias Liberales.
Historiador de profesión y vocación, Henderson es autor de varios libros, tres de ellos dedicados a la Revolución Mexicana de 1910. Confiesa que aunque visitó por primer vez el Ecuador hace algo más de dos décadas, desde el comienzo se sintió atraído por su difícil y dramática historia, la ‘hermosura de su naturaleza’, su contrastante clima, la calidez de su gente y su fortaleza ante la adversidad que le ha permitido sobrellevar erupciones volcánicas, terremotos, inundaciones, sequías, pestes, hambrunas, inestabilidad, regionalismos y, pese a ellos, vencer la tendencia al desaliento, sacar fuerza de flaquezas y, tras cada catástrofe, reiniciar tareas de reconstrucción con renovados ímpetus.
Al revisar nuestra historia, Henderson encontró la controvertida figura de García Moreno, demoníaco para unos y arcangélico para otros, y resolvió estudiarla en busca de una imagen auténtica no distorsionada por favor ni disfavor.
Para ello acometió el ímprobo trabajo de reunir y examinar todas las fuentes posibles, recorriendo aquí y allá cuantos archivos y bibliotecas públicas y privadas pudo rastrear. En el retrato así obtenido García Moreno no es santo ni diablo: es un ser humano dotado de excepcionales atributos de energía, responsabilidad y pasión, superiores a lo común, que dedicó a construir una nación dividida por la difícil naturaleza y la egoísta pugna de mandones ambiciosos y egoístas no solo nacionales sino también codiciosos vecinos.
En la pugna por superar los problemas que le oponían la naturaleza y la condición humana cometió errores y excesos, que el historiador norteamericano analiza con agudo escalpelo pero sin larvados odios, descubriendo que, de las dos etapas de su gobierno, en la primera prevaleció su mano dura, con excesivas y a veces innecesarias ejecuciones, entonces permitidas.
Pero se abstuvo de ellas en la segunda, porque sometió a rígida disciplina su airado temperamento y desarrolló su extraordinaria obra de construcción del país, a un ritmo no visto. Emerge así, del libro de Henderson, un García Moreno admirable, distinto del que suele ver la generalidad de nuestros políticos, novelistas e historiadores comprometidos.