Un Presidente de los Estados Unidos es como un director de orquesta que debe dirigir un concierto cuya partitura ya está escrita, en cuyo caso solo cabe diferencias de estilo de interpretación. Las reglas de juego del capitalismo norteamericano están dadas por las grandes corporaciones que dominan el mundo occidental y que financian las campañas electorales a cambio de mantener sus privilegios económicos. En este contexto los presidentes demócratas o republicanos tienen un margen de maniobra limitado que es el que se define en su elección y en la conformación de su legislatura. Así, Obama muestra una cierta política social a favor de los pobres y Romney preconiza más bien la defensa de los empresarios, enfoques que se proyectan débilmente a su política exterior y son percibidas mediáticamente en el sur del mundo.
Un país sin soberanía monetaria como el Ecuador no puede sustraerse de analizar la forma de conducir la economía norteamericana, pues todo lo que le pase al dólar le concierne, no obstante que históricamente el dólar está en su pedestal y las que se mueven son el resto de las monedas, aunque hay lapsos en los que un dólar débil promueve el aumento de nuestras exportaciones.
Los planteamientos de Obama son de un estadista competente y experimentado frente a los del conservador Romney y, lo que ha hecho en estos cuatro años, muestra una comprensión de los problemas de los países menos desarrollados y una visión pragmática aunque un tanto indolente en el ejercicio del liderazgo mundial. La partitura también está escrita en el tema de la inmigración, pues Obama ha deportado a muchos inmigrantes pero ha calmado la violencia en las fronteras, ha flexibilizado la estadía de los estudiantes sin papeles y manifestado su apoyo moral a las leyes punitivas de ciertos Estados intolerantes. La visión de Romney es muy radical contra los inmigrantes y eso va a pesar en la elección y en la simpatía de los países concernidos.
En cuanto a las relaciones comerciales con el Ecuador, el presidente Obama sabrá comprender la situación de nuestros productos exportables y abogará ante el Congreso para que se mantengan ciertas preferencias, aunque los demócratas no apoyan los acuerdos de libre comercio porque quieren proteger sus puestos de trabajo. De cualquier manera el tema de un TLC con el Ecuador está congelado desde que intervino en la petrolera OXY.
Ojalá gane Obama para que las relaciones con los países no alineados con Estados Unidos, como es el caso del Ecuador, sean comprendidas como un ejercicio de independencia política, sin hostilidades pero con respeto. Ojalá en el nuevo período presidencial de Obama el poder de las transnacionales sea menor en la toma de decisiones fundamentales, como por ejemplo, respecto a los casos Chevron y Oxy con el Ecuador.