Abraham Lincoln decía que se puede engañar a todo el mundo algún tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
En un verdadero sistema democrático un líder positivo actúa con mesura y tolerancia y no se precipita frente a una realidad inocultable. Sabe ganar y perder elecciones, sin reparos ni buscar justificativos a todo aunque se suele decir que el mejor amigo del hombre ya no es el perro sino el chivo expiatorio. A veces se gana espacio aunque se pierda una elección o se pierde paulatinamente respaldo aunque se triunfe aun en la mayoría del país.
La primera reflexión racional de un ser humano, sin caprichos, es ser autocrítico, observar y procesar los resultados; establecer los errores personales, grupales y luego del resto y rectificar actitudes. El autoritarismo pasa factura en su momento, a veces con resultados lamentables como en Venezuela, porque una sociedad democrática que razona no es una hacienda. Más aún cuando en el ejercicio del poder hay barreras internas que les impide captar el sentir ciudadano en su real dimensión.
Un sistema democrático implica triunfos y derrotas. Conduce al respeto y convivencia civilizada entre mayorías y minorías, sin atentar las unas contra las otras ni cometer abusos de poder, que evidenciaron grandes inequidades, con la mirada complaciente de la autoridad electoral y la Contraloría del Estado.
La Ley Electoral, art. 391, establece rondas de diálogo entre los sectores oficiales y de oposición, que podrá pedir, a través de la Asamblea Nacional, información sobre asuntos de interés general. Fija el mecanismo para que cada una de las partes pueda argumentar, siempre por igual tiempo; jornadas que también pueden desarrollarse en las diversas instancias de representación de los gobiernos locales.
La ley fija los deberes y derechos de la oposición y dispone que quienes ejerzan esas tareas democráticas no deberán ser objeto de persecución o retaliación del poder público ni de medida alguna que impida o dificulte el ejercicio de tal derecho. Ordena que tratándose de servidores públicos no deberán ser hostilizados en cuanto a su estabilidad, garantía y prerrogativas propias de sus funciones. Todo pura promesa.
El art. 393 de la ley dispone en el papel que el Presidente de la República o la máxima autoridad del respectivo nivel de gobierno deberá convocar a los portavoces de la oposición a reuniones para analizar la situación general del país o en situaciones de trascendencia nacional. Esto se observa en otras sociedades civilizadas, no solo en las desarrolladas sino también en aquellas que crecen y avanzan sin desgastes ni confrontaciones diarias. Empero, el poder les enceguece y la terquedad les obnubila cuando se sabe que éste no es eterno y algún día se terminará.