La Academia de la Lengua define expiar como borrar las culpas y purificarse de ellas por medio de algún sacrificio. La grafía tiene una explicación bíblica y se sitúa en el antiguo pueblo de Israel que, por azar, escogía a un chivo que era cargado con todas las culpas de ese mismo pueblo. El chivo expiatorio era abandonado en el desierto acompañado de insultos, palos y pedradas.
En la política paranoica ocurre algo similar. Se escoge a personas para que asuman responsabilidades, independiente de que las tengan o no, todo vale, hay que expiar, mostrar poder y mandar a alguien al sacrificio.
Esta debe ser la situación de dos personas que sufren persecuciones políticas. Primero me refiero a un caso reciente, todavía caliente, le ocurre a Fidel Araujo, a quien se le acusa porque mientras se producían los absurdos episodios en el Regimiento Quito y en el Hospital de la Policía, en las inmediaciones él hablaba por su teléfono celular.
Conclusión, Araujo es culpable porque mediante el diminuto aparato electrónico daba órdenes a las tropas. A Araujo lo conocí cuando era capitán y dirigía las comunicaciones durante el conflicto bélico del Cenepa.
Como muchos, arriesgaba su vida y era el encargado de dotar a los periodistas de una logística adecuada para cumplir la misión de informar, de primera mano, todo lo que ocurría en el frente de batalla. Recuerdo un aterrizaje forzoso, en medio de la selva, mientras viajábamos a Tiwintza. El helicóptero tenía sobrepeso, pero la información era prioritaria para el país. Araujo ordenó que desciendan tres soldados para que los periodistas continuemos el viaje.
El otro episodio que quiero narrar es de otro chivo expiatorio, el ex ministro Jorge Gallardo, que pasó siete años autoexiliado para evitar ir a la cárcel. El poder de entonces necesitaba un chivo expiatorio, Gallardo cargó con las culpas de otros.
En 1988, cuando Gallardo asumió el cargo de ministro de Finanzas del gobierno de Rodrigo Borja convocó a la prensa. Mostró un cheque a su nombre emitido por el Banco Mundial, a donde había acudido como representante del Ecuador.
Delante de todos los periodistas que cubríamos la información endosó el cheque al Tesorero de la nación. Explicó que por el viaje ya había recibido todos los viáticos que incluían pasajes, hoteles, traslados, etc. Resulta que el banco reconocía todos esos gastos y por lo tanto los ministros recibían doble viático.
Gallardo consideró que eso era un acto de corrupción y de abuso, por lo cual devolvió los viáticos. Son apenas dos ejemplos mediante los cuales quiero señalar que no hay que dejarse llevar por las emociones y que es necesario observar en cada caso si las acusaciones son reales o se usa el anticuado y cruel recurso del chivo expiatorio.