Ese es el título del documento de 49 páginas con el que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20) pretendió consumar tan sonado evento. Como gigantesco fue su costo, su despliegue noticioso y publicitario, así, de escandaloso, fue el resultado de la cita, que ha sido calificada como “fracaso total” por la mayor parte de críticos, especialistas, algunos jefes de Estado y seguidores de la temática. El mismísimo Ban Ki Moon, Secretario General de la ONU, aseveró luego de la reunión: “nuestros esfuerzos no han estado a la altura de la medida del desafío. La naturaleza no negocia con los seres humanos”. El diario inglés The Guardian expresa que 190 estados estuvieron 20 años reunidos entre ellos para “afirmar”, “reconocer” y “expresar su grave preocupación” por la crisis ambiental del planeta, para no hacer nada para enfrentarla.
Río+20 se llevó a cabo luego de 20 años de la Conferencia de Río sobre Medio Ambiente, donde se acogieron tres convenciones internacionales: la Convención de Biodiversidad, la Convención de Desertificación y la Convención de Cambio Climático, en las que convergieron acuerdos jurídicos vinculantes de los países asistentes, como respuesta al inminente riesgo ambiental que se hacía cada vez más desafiante para el planeta. Al menos, en esa época, las intenciones fueron meritorias y sonaban –por lo “jurídico vinculante”- como factibles, pero… corroborando aquello que “del dicho al hecho hay un gran trecho”, nada, o demasiado poco, se ha efectuado en este par de décadas en las que el denominado pensamiento verde solo ha intentado maquillar rastreras intenciones.
Se evidencia lo cansino y falso, rayando en cinismo e hipocresía, de tanta parafernalia inútil de aquellos encuentros, conferencias, citas cumbre, con rimbombante terminología como “desarrollo sostenible” y tantas otras que, con montajes ampulosos, impresionan a los expectantes asistentes, donde se obtienen acuerdos, pactos y convenios que, al final del día, solo sirven para la foto y para los noticieros.
Rememoremos el año 2000, cuando la misma ONU, bajo el liderazgo de Kofi Annan, suscribió sendos y ostentosos acuerdos luego de citas similares: el Pacto Global (corporaciones y empresas privadas) y Las Metas del Milenio (gobiernos centrales), cada cual, con maravillosos propósitos; esta última, inclusive, con una fecha límite para cumplir las metas propuestas: el año 2015.
¿Qué se ha realizado hasta ahora, en concreto, con cifras, datos y hechos?
¿Será que, en vez de intentar dejar un mejor planeta para nuestros hijos, luchemos por dejar mejores hijos para el planeta?