Esta columna fue redactada, por motivos de publicación, dos días previos a la realización del proceso electoral, de tal manera que, al ser difundida a través de “El Comercio” virtual, ya se habrán conocido los resultados de los comicios.
Albergo la esperanza que la sensatez de la conciencia popular mayoritaria haya respaldado al candidato que defiende la democracia, las libertades y que, durante el año de su gestión presidencial, ha actuado con pulcritud, sin mancharse con ningún acto de corrupción, a diferencia de lo que acontecía en el gobierno de la revolución ciudadana, en que los negociados y los ilícitos abundaban, unos descubiertos y otros hábilmente escondidos.
La Casa Presidencial no ha sido, en este corto período de gobierno transitorio, el salón de variedades, bailes, fiestas escandalosas, con escenas amorales, a las que nos acostumbraron los irrespetuosos y vulgares funcionarios de ese triste y largo período gubernamental.
Ha concluido la época de socialización entre altos funcionarios estatales con mafiosos y narcotraficantes y, aunque nos azotan las consecuencias de esa fraternidad político-delincuencial y la apertura indiscriminada de las fronteras a todo tipo de extranjeros, muchos de ellos prontuariados y malhechores, causantes del clima de violencia, asaltos, extorsiones, crímenes, luchas entre cárteles, que nos agobia, pero que está siendo combatido con determinación por el actual gobierno, empeñado en frenar esos desafueros, en el período completo de mandato constitucional.
Un gobierno honesto y bien intencionado, evitará el colapso de la salud y del IESS, sectores debilitados y atacados por la mafia de los diez años, para aprovecharse de sus recursos, en perjuicio de miles de enfermos y afiliados. Los infames y multimillonarios negociados petroleros, han desaparecido. La justicia que está rescatándose, gracias al empeño de la extraordinaria y valiente fiscal Diana Salazar, con el apoyo total del presidente Daniel Noboa, será liberada de esa “mano metida” por los abusivos que anhelaban el poder totalitario. Todas las atrocidades se afincaron en la Constitución redactada en Montecristi, con asesorías venezolanas y españolas, que se esforzaron por amoldarla al socialismo del siglo XXI y convertirla en sustento de todos los asaltos e inmoralidades que se planificaban, por ello, es indispensable cambiar esa nefasta Constitución; así lo ha entendido el presidente que, de ser reelegido, dará cumplimiento inmediato a ese ofrecimiento, que será el único medio mediante el cual se pueda lograr una reestructuración política e institucional del sistema democrático. El pretendido socialismo del siglo XXI actúa como una secta internacional que tiene como fin mantener la pobreza popular generalizada, que es su base de apoyo, mientras crece el enriquecimiento ilimitado de sus líderes y de las fuerzas que los sostienen, anula la alternabilidad presidencial para, a través de la pauperización colectiva como en Venezuela, Cuba o Nicaragua, perennizarse con su absolutismo. Clara demostración de la ciega adhesión a estos perjudiciales paradigmas, del deformado socialismo del siglo XXI, fue el delictuoso manejo, de los cuantiosos ingresos que, por los altos precios del barril de petróleo, incrementaron el erario nacional y esa riqueza, que pudo transformar a la nación, elevar su nivel de desarrollo, y optimizar las condiciones de vida de los ecuatorianos, lo mal utilizaron y de manera ilícita se apoderaron de ese dinero para transformar su modesta situación inicial, en la de una indigna, inmoral categoría de poderosos potentados, como demuestran los repetidos viajes en clase ejecutiva, los costosos consumos y las propagandas multimillonarias de sus candidatos. Dejaron endeudado al país, con un riesgo país muy elevado. La gestión económica del actual presidente-candidato ha permitido saldar una parte de las voluminosas deudas y ha conseguido bajar el riesgo país.
La realidad que vivimos es de un enfrentamiento entre los gestores del delito, impulsores del Narco Estado, de ilegalidades y del crimen organizado, contra la democracia, la ética y la ley. Debe existir un pacto social y un compromiso ético inquebrantable, que combata al Narco Estado, aliado de la corrupción y del delito. La gran mayoría ciudadana cultiva la honestidad y respeta la moral, sus opositores admiran las dictaduras y se alían a criminales, a narcos e integran un conglomerado político que, cuál potente imán, atrae y convoca a todos los individuos que han delinquido y delinquen, tanto en asuntos de pequeña trascendencia, cuanto en delitos de alta monta, que han desprestigiado internacionalmente a nuestro país. Esperamos con ansia el triunfo de Noboa, líder valiente, decidido y honrado.