Hace unos 10 años, Fareek Zakaria sacudió al mundo académico con la publicación de ‘El futuro de la libertad’, un libro cuya tesis central es esta: para ser más libre una sociedad debe ser menos democrática. ¿Por qué? La libertad tiene que ver con el ejercicio de los derechos civiles y la democracia con la vigencia de los derechos políticos, dice Zakaria. Garantizar los derechos civiles es fomentar la libertad -explica este politólogo hindú- porque las personas tendrán la posibilidad de expresarse sin tapujos; de vivir según el credo que les dicte su conciencia; y de obtener justicia, si la necesitaren. Podrán hacer todo eso, sin que sus patrimonios personales puedan ser confiscados y con la absoluta seguridad de que sus vidas y las de sus familias no serán amenazadas.
Para que los derechos civiles puedan ejercerse a plenitud se requieren leyes correctamente elaboradas e instituciones que apliquen esas leyes imparcialmente. Y para que esto último ocurra se necesitan equipos de trabajo altamente calificados que lleven a cabo debidos procesos bien diseñados.
En una palabra, la plena vigencia de los derechos civiles -y, por tanto, de la libertad- presupone la existencia de una meritocracia que delegue las decisiones más importantes a los mejores y más capacitados. La democracia es lo opuesto a una meritocracia, pues el voto popular faculta a todas las personas a decidir sobre cualquier aspecto, sin importar que estén o no calificadas para hacerlo.
Durante la última década, América Latina ha visto surgir un nuevo estilo de gobierno -Zakaria lo llama ‘democracia iliberal’- que mira con desconfianza a las instituciones y que prefiere funcionar a base de caudillos y plebiscitos permanentes. Es una democracia extrema que ya fue criticada por Sócrates y Aristóteles por los malos resultados que produce.
Ecuador ha entrado en la lógica de la ‘democracia iliberal’ descrita por Zakaria, pues desde el 2007 ha sido víctima de una demolición sistemática de instituciones y de una intensificación de los procesos electorales. Es decir, los ecuatorianos hemos desistido paulatinamente de nuestros derechos civiles y hemos aceptado, a cambio, más oportunidades para votar (Fareek Zakaria diría que entregamos nuestra libertad por más democracia.) El último episodio de destrucción institucional ocurrió el viernes pasado con la aprobación -sin debate alguno- de la Ley de Comunicación. La independencia de los periódicos, radios y estaciones de TV privados ha sido seriamente amenazada con esa ley. Esto es grave no solo por los medios afectados, sino principalmente porque los ciudadanos no podremos ejercer a plenitud nuestros derechos civiles.
¿Cuál es el futuro de la libertad en Ecuador? Tristemente sombrío.