Futuro hipotecado

El déficit o el superávit gubernamental es la diferencia entre los ingresos y los egresos de un gobierno durante un año. Un superávit se produce cuando los ingresos exceden a los egresos y un déficit cuando los egresos exceden a los ingresos.

Si el gobierno gasta más dinero del que gana, necesita financiar la diferencia mediante la emisión de moneda, con la venta de activos o, en la mayoría de los casos, a través del endeudamiento público.

Los masivos déficit y las elevadas deudas que han acumulado los gobiernos de las economías avanzadas han sido motivo de preocupación en los últimos meses, pues alcanzan niveles récord como resultado de los ingentes recursos que gastaron o comprometieron para hacer frente a la crisis financiera del 2008-2009.

Hay diferentes visiones sobre los déficit gubernamentales. Aquellos economistas que se identifican con las ideas keynesianas, consideran que los gobiernos deben incrementar sus gastos e incurrir en déficit para compensar la falta de demanda privada, durante los periodos de recesión y alto desempleo.

Al inicio de la crisis financiera la mayor parte de economistas y líderes mundiales se adhirieron a las ideas keynesianas y propiciaron una masiva expansión del gasto público. Sin embargo, en los últimos meses, muchos han empezado a cuestionar la utilidad y efectiva de tales gastos -que no han logrado revertir los altos niveles de desempleo- y han volcado su atención a los enormes déficit y deudas públicas acumulados.

El problema radica en que los déficit y el endeudamiento excesivo han sido la norma en las naciones avanzadas, independientemente del ciclo económico en que se hallaren. Las cuentas de los gobiernos de la OCDE, la organización que reune a las mayores economías del mundo, han mantenido un saldo acumulado en rojo durante décadas.

Países como Francia, Grecia, Italia, Japón, Portugal y España, entre otros, han incurrido en déficit gubernamentales permanentes durante casi 20 años consecutivos, por lo que no debería sorprender que hoy acumulen deudas monumentales, convertidas en una pesada carga para su desarrollo. El caso de Japón es paradigmático. A pesar de haber tenido déficit gubernamentales continuos y acumulado una deuda pública equivalente al 200% de su economía, no ha logrado acelerar su pobre crecimiento económico.

Un estudio del Centro de Competitividad mundial sugiere que la mayor parte de las economías avanzadas sufrirán una ‘maldición de la deuda’ que durará por décadas. Según dicho centro, para alcanzar un nivel ‘sostenible’ de deuda -entendido como una relación deuda/PIB del 60%- Grecia deberá esperar hasta 2031, Portugal hasta 2037, Italia hasta 2060 y Japón hasta 2084.

Los gobiernos que pretenden vivir más allá de sus posibilidades hipotecan irresponsablemente el futuro de sus ciudadanos.

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