La función social del egoísmo

El derecho de propiedad y la justificación moral de la ganancia son temas que aún provocan debate. El socialismo, pese al estruendoso fracaso de sus doctrinas, mantiene sus objeciones. Sin embargo, es evidente que la propiedad, y la ganancia legítima y responsable que generan los bienes de producción, están asociadas con el derecho de la persona a esforzarse por alcanzar su plenitud. No se puede ser libre si se depende solo del Estado. Más allá de lo económico, incluso los derechos fundamentales son “propiedades inalienables” de las personas.

1.- Superando la economía.La importancia de la propiedad privada excede del campo económico; es un elemento con contenidos filosóficos y políticos. En efecto, la concentración del poder y los controles de monopolios públicos o privados conducen al totalitarismo. La competencia, en la economía, juega idéntico papel al que cumple la democracia en la política: ambas se apoyan en la capacidad de elección y en la autonomía de la voluntad, en la competencia.

Existe una relación incuestionable entre competencia y democracia, que se vinculan en el concepto de “libertad integral”.
Los sistemas de planificación a ultranza llevan a la supresión de la libertad. León Trotsky decía que “...en un país donde el único patrono es el Estado, la oposición significa la muerte por consunción lenta. El viejo principio, “el que no trabaje no comerá”, ha sido reemplazado por uno nuevo: “el que no obedezca no comerá”.

2.- El papel del Estado.El reconocimiento de la propiedad de los bienes y de los derechos como potestades individuales, tiene que ver con el papel que se le asigne al Estado. Mientras el poder tenga más capacidad de intervención y de expropiación, menos posibilidades tendrán las personas de ser libres. Al Estado le corresponde crear las condiciones para que los individuos accedan a un sistema de libertades con contenido material: educación, salud, seguridad personal y jurídica, infraestructura y administración de justicia.

3.- Espacios de autonomía personal.El derecho de propiedad y la legitimidad de la ganancia apuntan a crear un ámbito de autonomía personal que rodee el individuo, que elimine o neutralice, la dependencia del Estado y permita elegir más allá del horizonte de la política, y fuera de las definiciones de la burocracia. La idea es que propiedad y ganancia apunten a crear espacios en que no debe penetrar el Estado, porque están reservados al pleno desarrollo de la vida personal. Los procesos de “informalización económica y social”, que tanto preocupan a los latinoamericanos, son síntomas de la incansable y connatural tendencia de la sociedad a crear espacios fuera del Estado.

4.- Legitimidad de la ganancia.Sin embargo, esos refugios de libertad individual no son posibles sin una base económica amplia y participativa que los sustente, constituida por la acumulación de recursos en manos de la mayor cantidad de personas. Aquello no es posible si no se admite la legitimidad de la ganancia, su función ética, que es uno de los mayores puntos de fricción entre el liberalismo y el socialismo, ideología esta cuya tesis focal radica, con diferentes matices, en la “ilegitimidad” social de la ganancia. Para los socialistas de los diversos signos, la ética de la ganancia debe ser prohibida o debe ser “tolerada”, pero no impulsada ni cultivada.

5.- Solidaridad e intereses.La inversión tiene dimensión ética porque el empresario apuesta a la sociedad y al futuro, y permite el desarrollo de la comunidad y de los “otros”, cuando elige colocar sus recursos en actividades de riesgo, en lugar de mantener su capital acumulado, o de gastarlo. A partir del individualismo se provocan efectos sociales, a partir del “egoísmo” se llega a la solidaridad fecunda y constructiva. Tras la ética de la inversión privada está lo que Max Weber llamó “el imperativo moral de la creación de riqueza”.

La solidaridad no funciona cuando procede de la imposición de tesis “altruistas”, que en el fondo son fundamentalismos de nuevo cuño. La solidaridad funciona cuando en ella están imbricados intereses y responsabilidades. El altruismo existe -negarlo sería irreal y cínico-, pero para que opere más allá del simple asistencialismo, debe tener una razonable relación con los intereses de los agentes económicos. La naturaleza humana no es de ángeles virtuosos, ni de seres esencialmente malos, es de hombres que, junto a la solidaridad, tienen inclinaciones por la ganancia y la seguridad. El error está en disociar esas realidades y construir una nueva naturaleza humana, un “nuevo hombre” como propuso el socialismo, con los resultados que se conocen.

6.- Los efectos sociales del lucro.A partir del afán de lucro responsable, el capitalismo productivo ha logrado desarrollar inventos y recursos con efectos sociales incuestionables. El afán de lucro genera impuestos e impulsa actividades que son el motor de la sociedad y que la mantienen viva. Allí está la dimensión ética de la inversión, y la naturaleza social del individualismo. Basta recordar el empleo que genera la inversión productiva y los efectos de los inventos. La ventaja consiste en que las inversiones del capitalismo productivo –no especulativo- no están en manos del Estado, y al no estarlo, no se diluye la responsabilidad de su manejo, porque sigue gozando del mismo celoso cálculo que garantiza la eficacia de las actividades privadas.

No se ha inventado aún un sistema alternativo, que tenga la capacidad de explotar la imaginación y creatividad propias del afán de lucro y que, a la par, provoque efectos sociales, incluso cuando el inversionista no los busca.

fcorral@elcomercio.org

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