Columnista invitado
En estas últimas semanas hemos sido testigos de graves problemas de violencia, corrupción e ilegalidad en la institucionalidad pública dedicada al control de la seguridad nacional y ciudadana; esto es, FF.AA. y la Policía.
En el ámbito de defensa: el 13 de septiembre se descubrió que un grupo de militares de la Fuerza Aérea introdujo un camión con una tonelada de droga a la antigua Base de Manta. El 18 de octubre un Juez de Esmeraldas dictó prisión preventiva en contra de siete militares de la fuerza terrestre por una presunta vinculación con alias “Guacho” para proveerle armas. Un Marino miembro de la seguridad presidencial de Lenin Moreno está involucrado en narcotráfico.
En la seguridad interna: el 23 de agosto hubo un accidente de tránsito en el Control Integrado de Mascarillas –Valle del Chota- que generó una acción de la policía y a su vez, una reacción de la población de la zona, que terminó con la muerte de una persona. Un juez dictaminó una orden de prisión preventiva en contra de un policía. El 11 de octubre tres policías de Ventanas son involucrados en un supuesto secuestro de un niño, que antes de ser detenidos fueron golpeados por comuneros de la zona. El 16 de octubre en Posorja son ajusticiadas tres personas por una muchedumbre que primero ingresó a la Unidad de Policía Comunitaria para sacarlos y luego golpearlos hasta la muerte. Había 26 policías. La explicación oficial que circula: un rumor y las redes sociales son los culpables, y el móvil no fue el secuestro sino un robo (sic).
¡Todos estos hechos se han producido en un poco más de un mes! Sin duda no son aislados y muestran una crisis institucional que se inicia con un alto nivel de inestabilidad: el Ministerio de Defensa ha tenido dos ministros y el del Interior tres, en el lapso de 16 meses de este gobierno. Los primeros ministros en caer fueron por los atentados en la frontera Norte: Zambrano en Defensa y Navas en Interior. Luego cayó Toscanini por la migración venezolana.
Pero también es producto de las políticas diseñadas: dedicar todo el esfuerzo militar a la zona occidental de la frontera norte no ha resuelto su problema y más bien ha producido el síndrome de Estocolmo, el efecto corrupción y la infiltración institucional. Adicionalmente, quedaron vacíos otros frentes de seguridad que empiezan hacer aguas: el ajuste de cuentas y el sicariato suben, como también los robos y hurtos. El avión Orión de los EE.UU. trabaja en las zonas de exportación de droga hacia EE.UU. ( Pacífico) y no hacia el Brasil (Amazonía) y además el mercado interno que sigue creciendo. Se debe resaltar que la percepción de inseguridad se ha incrementado, de manera paralela a la perdida de legitimidad de las instituciones, lo cual esta conduciendo a la justicia por la propia mano y al fenómeno Fuente Ovejuna todos a una.
En otras palabras: vivimos una seguridad basada en la fascinación tecnológica del exterior, que está conduciendo a una implosión de los marcos institucionales públicos y a un deterioro de la cohesión social.