Los ejércitos de Venezuela y Nicaragua han descendido a la miserable condición de fuerzas de ocupación de sus propios países, al estilo de los invasores nazis en la II-GM. Se podría entender que el Ejército de Nicaragua, nacido con el dictador Ortega, sea cómplice de la masacre que sufre su indefenso pueblo. Pero es inadmisible que las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional de Venezuela, herederos históricos de los libertadores de su patria, hayan caído en la trampa de la llamada revolución bolivariana, que es la negación más rotunda del pensamiento del Libertador Simón Bolívar.
¿Acaso están ciegos los militares venezolanos para no ver los millones de compatriotas, de todas las clases sociales, que han emigrado y siguen emigrando, cada vez en mayor número, a causa de la opresión, el hambre, la enfermedad y el total desamparo que sufren en su tierra natal? ¿Acaso esperan ver al tirano Maduro gobernando, con su complicidad, sobre un país despoblado por el éxodo incontenible de un pueblo que busca desesperadamente donde vivir con dignidad?
¿Acaso no les duele ver las ruinas en las que está quedando la opulenta Venezuela, que tardará años para reconstruirse? ¿Acaso no les avergüenza, como defensores de su patria, la triste condición de cómplices de las bandas criminales que asesinan a mansalva a la juventud más noble de su país?
Los militares venezolanos deberían mirar los cientos de miles de sus compatriotas, muchos de ellos mujeres, algunas embarazadas, y niños que recorren los interminables caminos de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Brasil, a pie porque no tienen para transporte, dependiendo de la caridad, que a veces no llega, para saciar el hambre, bajo soles abrazadores y fríos congelantes. Si no pueden mirar, por lo menos deberían imaginar esta tragedia para que sientan dolor por el sufrimiento de su pueblo y vergüenza por ser cómplices de uno de los mayores crímenes en América.
¿Acaso profesaron la carrera de las armas para ser cómplices de un tirano que oprime sin piedad a su pueblo? ¿Para eso hicieron sus sagrados juramentos ante la bandera?
Las pitanzas y ventajas que les dispensa el tirano mancillan sus tradiciones y glorias y manchan y ultrajan sus uniformes y galas. Qué triste que hayan olvidado que los soldados tienen días esplendorosos cuando sirven las nobles causas de la humanidad y días de ignominia cuando se convierten en el azote de los tiranos, como es el caso actual de su patria. Qué triste que los herederos de ese hombre virtuoso, noble y magnánimo que fue el general Sucre, se hayan dejado arrastrar a la vileza de un gobierno de malvados, cuando bastaría un solo acto de conciencia para que la Asamblea Nacional, que fue elegida por el pueblo, asuma el poder y llame a elecciones generales, restaurando la democracia y la dignidad de su pueblo.