Cuando aparece un nuevo virus y se extiende por el mundo generando pánico e influyendo para que la ONU y los Estados tomen medidas urgentes y apresuradas, como el alto gasto en vacunas y medicamentos, me acuerdo de la película del brasileño Fernando Meirelles, ‘El Jardinero fiel’ (2005), ganadora de varios Oscar.
Esta película, basada en una novela del inglés John le Carré, cuenta una historia de amor, a partir de la cual se descubre un entramado de corrupción y asesinatos, propiciados por transnacionales farmacéuticas, en complicidad con algunos gobiernos de países centrales, que toman sin su consentimiento a densas poblaciones pobres de algún rincón de África, como laboratorios humanos para experimentos de algún virus fatal. En este macabro juego, no interesa la salud ni los seres humanos, sino el incremento del capital y poder de las compañías sin escrúpulos.
En estos días, hay un nuevo momento de histeria mundial con la propagación del virus zika, presuntamente responsable de la microcefalia en recién nacidos y en la difusión de enfermedades terribles como el Guillain-Barré. El vehículo transportador de estos males sería el mosquito Aedes aegypti.
Por supuesto, como en otros casos recientes, las poderosas farmacéuticas ponen a full sus maquinarias y crean “soluciones” para venderlas a los países. En este caso, según un reciente informe de Acción Ecológica, la “solución” sería un “mosquito transgénico” Aedes aegypti de Oxitec, de la empresa británica relacionada con la Universidad de Oxford. El zancudo transgénico ha sido liberado en Brasil, Malasia y las islas Caimán y Panamá, y está en agenda hacerlo en La Florida, con el fin de controlar “la fiebre del dengue”.
Según diversas investigaciones, no está demostrada la efectividad del mosquito transgénico en el combate del zika, dengue y chikungunya; sin embargo, desde el 2011 millones de zancudos de laboratorio han sido lanzados sobre poblaciones, que no han sido ni informadas ni consultadas por sus gobiernos.
Por otra parte, según organizaciones de médicos independientes, como la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (Abrasco), en varias zonas del Brasil, las malformaciones como la microcefalia no estarían asociadas con la picadura del mosquito ni con el zika, sino se debe a la elevada utilización de larvicidas en la fumigación de extensas plantaciones. Uno de estos es el piriproxifeno, que es producido por Sumimoto Chemical, una subsidiaria japonesa de Monsanto.
Así, las farmacéuticas felices venden un probable fraude, y muchos gobiernos cómplices encubren las posibles verdaderas causas de los males: un modelo económico de agroexportación de transgénicos producidos con harto veneno, controlado por voraces transnacionales; la pobreza, la mala educación y la pésima infraestructura sanitaria de pueblosy ciudades.
mluna@elcomercio.org