La elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice conmueve al mundo, y de manera especial a los argentinos en su totalidad, por encima de sus creencias religiosas. La noticia sacude toda indiferencia, insensibilidad y resignación y constituye un acontecimiento histórico que en nuestro país se vive con particular alegría y esperanza.
Respetado por sus pares y querido por feligreses, Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, ha dado muestras reiteradas de ser un hombre austero, caracterizado por su enorme vocación social y su vida despojada, que lo llevaba a trasladarse en subterráneo hasta la Catedral, vivir en un pequeño departamento y renunciar a los lujos las jerarquías eclesiásticas.
Su sencillez tradicional, su discreción en el lenguaje, su sobriedad y su prudencia no exenta de firmeza lo han mostrado como un eterno conciliador y como alguien siempre dispuesto a comprender al hombre en su plenitud. Su afición al diálogo interreligioso también da cuenta de su espíritu amplio y elevado, cimentado en la oración y en la permanente búsqueda de la concordia y la paz.
En sus primeras palabras a la multitud en la tradicional Plaza San Pedro, el electo papa Francisco formuló un llamado a sembrar un sendero de hermandad, amor y confianza, al tiempo que enfatizó la necesidad de un camino que los obispos y el pueblo de Dios deben transitar juntos. Este último gesto podría ser un anticipo de la gestión del nuevo jefe de la Iglesia Católica y de su fuerte compromiso con la evangelización, desde la perspectiva de su profunda humildad, que lo llevó a inclinarse ante los presentes y a pedirles que recen por él, antes de darles su bendición.
La llegada de Francisco a la silla de San Pedro es un hecho histórico no sólo para la Argentina sino para América, que alberga el mayor número de católicos en el mundo. Este dato, sumado a la condición de jesuita del futuro pontífice, genera esperanzas en una Iglesia más comprometida y moderna. La condición de Bergoglio de miembro de la Compañía de Jesús es una nota atípica, por cuanto dicha orden tradicionalmente se mostró distante de la curia romana.
El cardenal Bergoglio impulsó duros documentos eclesiásticos, en los cuales lamentó la tendencia a descalificar a quienes piensan de modo diferente, advirtiendo que semejantes actitudes exhibidas en distintas esferas de la vida pública argentina debilitaban el tejido social y la paz.
Resulta balsámico para los argentinos este reconocimiento del universo espiritual, que renueva ilusiones y nos habla de ética y respeto, de paz y bondad, de conciliación y concordia, de grandeza por encima de cualquier mezquindad, y de dejar para siempre el clima faccioso, los odios y rencores y las disputas estériles, en la esperanza de una misión trascendente y purificadora que seguramente buscará desarrollar Francisco…