Francia: ¿izquierda, derecha?

Francia no se reconoce a sí misma en sus debates políticos. Igual que en otras partes, las tendencias se confunden, los contenidos ya no son exclusivos de unos u otros. En el debate presidencial, de 3h30, la candidata de extrema derecha, M. Le Pen, fue radicalmente feminista. Un exministro socialista, E. Macron es ahora la estrella creciente y con posibilidades de pasar a la segunda vuelta con Le Pen. Ha desplazado al candidato de la derecha Filion que ganó las primarias abanderando una pureza ética y de regreso a las instituciones de “base” de la sociedad (familia...) Católico de ritos y misas, reivindicaba una Francia de esas raíces. Rápido salió a luz su nepotismo político, con su esposa e hijos, regalos nada inocentes de empresarios diversos y una vida de lujos que desdecían su discurso. Cayó en las encuestas del primer al tercer lugar.

Su discurso, sin embargo, permitió que la minoría católica militante y muy conservadora se integre tras suyo. La resucitó, pues la laica Francia logró que la religión no sea parte aguas político. En cambio, su Partido Republicano tenía entre sus militantes a católicos favorables a las cuestiones sociales, ecologistas y modernizantes.

La victoria de Filion para la candidatura y sus contradicciones, les llevó a abandonar el barco y acercarse a E. Marcron, el nuevo ungido de esta política que pretende que la división ideológica no tiene sentido. El se pinta de todos los colores y sobre todo de la modernidad con las nuevas tecnologías y frente a las cuales quiere el primer lugar para Francia. Caen “mitos” de la izquierda y de la derecha, recoge socialistas descontentos, centristas indecisos y de la derecha frustrada de la colusión de intereses con los sectores pudientes. Su discurso es considerado del “ni ni”, a pesar de que apunta bien a ganar a los jóvenes que desertaban la política y que sus pintas de niño bueno, antes banquero, con una vida privada poco convencional, lo dan una imagen del nuevo político.

Al frente, los discursos del socialista oficial, Hammon, que en el partido seguía esta pauta de distanciarse de las polos izquierda-derecha, no impactan a pesar de sus esfuerzos por modernizar las propuestas socialistas al punto que ya no se parecen.

Lo mismo ocurre con Mélanchon, otro disidente socialista de antes, cercano al comunista, que a pesar de estar en su tercera candidatura presidencial tiene poca aceptación y muchos lo consideran el populista de izquierda.

Podrán las ideologías no tener un cajón preciso, pero el debate de estos presidenciales fue de ideas, argumentos sin ofrecer paraísos ni hacer del ciudadano una cabeza hueca a llenar con el cinismo y la mentira a condición de ganar. Ver a políticos que piensan en el Estado, en la sociedad, en la economía, en el mundo, debe atraer a muchos latinoamericanos; no es el negro y blanco.

jleon@elcomercio.org

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