En Buenos Aires el libro ‘Los hombres del juicio’, de José‘Pepe’ Eliaschev, trata un ángulo de muchas lecciones respecto de la administración de la justicia penal. El objeto son los entretelones del juzgamiento a los jefes militares autores de la sangrienta represión al terrorismo que, a su vez, fue sistemático a partir de los años setenta del siglo pasado. El escenario es la violencia extrema que soportó el pueblo de ese país; primero a nombre de una patria socialista y a continuación por una revolución militar restauradora. Que los terroristas produjeron cerca de 1 000 víctimas y que los otros generaron una cuenta cercana a los 30 000. Que unos lo hicieron a nombre de la revolución y los otros desde el poder del Estado es un balance que resulta secundario a la hora del dolor. Lo importante de la obra es que retrata la tarea de los jueces que por pedido del gobierno de Raúl Alfonsín integraron la Corte que tenía que juzgar a los generales responsables de haber instalado un infierno en la capital del Río de la Plata. He allí el aporte. Eran ciudadanos comunes, con familia, con una carrera profesional y probablemente con una reconocida ética pública que debían sentenciar en tan difícil y compleja coyuntura. Tenían dudas, vientos encontrados en su conciencia y discrepancias con sus pares hasta que lograron limarlas y encontrar el equilibrio que les permita llegar al veredicto final que condenó a los represores. Sin duda, deben haberlos acosado los fantasmas de Nuremberg.
El relato viene a colación cuando la segunda sala de la Corte Nacional de Justicia en el Ecuador tiene que analizar el caso El Universo. No se trata de comparar la materia del juzgamiento, pues uno es el juicio histórico a los responsables de una masacre y el otro una histrióni-ca causa con la que se pretende escarmentar a la libertad de expresión. Los magistrados ecuatorianos deberán pronunciarse sobre el fundamento de sentencias de instancias inferiores, en la cuales los jueces desconocieron lo que significa USD 40, 50 u 80 millones – ¿no se habrán confundido con sucres devaluados?- que resultan abismales frente a casos como el de Globovisión en Venezuela, donde un Gobierno, aun más autoritario, sancionó al canal con una multa de USD 2 millones. Además, están obligados a desentrañar la utilización de la “autoría coadyuvante” para sentenciar a los directores de El Universo y a la empresa por las opiniones exclusivas de un columnista que lo hizo bajo su responsabilidad, con firma y foto para no perderse.
La alta cirugía que deberán realizar los magistrados se asemeja -respetando las proporciones anotadas- a la de los argentinos. Tendrán que ser juristas con decoro, honrar sus nombres y los de sus familias; además, demostrar que pueden ser independientes del poder casi absoluto que gobierna el Ecuador. Que es utópico, puede ser, pero hay derecho a la ingenuidad.