El fracaso de la Presidenta

Perder la provincia de Buenos Aires es un fracaso político. No hay forma de vestir de fiesta esa derrota, aunque la Presidenta lo intentó. Sin ese distrito, con el 37% del electorado nacional, y con una nueva estrella en el firmamento peronista, Cristina Kirchner debe prepararse para volver a casa en 2015. Ésa es la primera y más elemental conclusión de las elecciones del domingo. Ya ni siquiera habrá margen para que el cristinismo residual insista en la retórica inverosímil de que es necesario un cambio constitucional en los próximos dos años.

Frente a la desdicha en la provincia más crucial del país, el Gobierno se apuró en adelantar un triunfo del oficialismo en el acumulado nacional. Es un dato tan cierto como previsible. Sólo el Frente para la Victoria se presentó como tal en los 24 distritos del país. Hasta el radicalismo hizo alianzas en muchas provincias que le impiden sumar todos los distritos del país.

Cristina Kirchner ha perdido también gran parte de la Patagonia, que no es relevante en el acumulado de votos nacionales, pero tiene un peso simbólico significativo. Es el lugar que vio nacer y crecer en política a los Kirchner. Es uno de los pocos lugares donde Néstor Kirchner arrasó en sus pobres elecciones nacionales de 2003. La Presidenta ha perdido, sobre todo, en las provincias donde metió presión a sus candidatos.

No es la juventud lo que se les critica a esos dirigentes, como dice el cristinismo, sino la soberbia para exhibirse en la política y la ineficacia para administrar el Estado. Es el resultado de una juventud que accedió a la política desde un partido en el poder y sin experiencia ni conocimiento sobre temas de gobierno.

Una soberbia que dejó a la democracia sin alma, sin ese espíritu que consiste en la tolerancia, el diálogo y la disidencia cordial. El cristinismo ha barrido con la moral esencial de la vida democrática. En nombre de una revolución retórica, les quitó a los otros el derecho a existir. Prueba de una juventud fanática fue la emboscada que le hizo un joven cristinista al jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, al votar.

Sin embargo, Macri revalidó su liderazgo capitalino cuando Gabriela Michetti se convirtió en la candidata a senadora más votada en la Capital, aunque su elección no fue buena. Algún error cometió o cometieron. Es cierto que Pro debió vérselas con la atractiva interna de Unen. Es imposible sumar todos los votos de esa interna y trasladarlos a octubre. "Unen nos debe 5 ó 6 puntos, que nos devolverá en octubre", ironizó Macri.

Falta octubre todavía. Los que ganaron el domingo podrán, si no se equivocan, ampliar más su triunfo. La sociedad tiene una dosis de exitismo electoral. Como a todo gobierno, que tiene que hacerse cargo de las cosas cotidianas, a la administración de Cristina Kirchner también el tiempo le corre en contra.

Ya un fuerte viento de frente la sacudió el domingo, cuando perdió en el conjunto de provincias donde habita más del 70 por ciento de los argentinos que votan. Sorprendida y fastidiada en la intimidad, prefirió en público fingir una victoria que no existió, optó por ningunear al gran ganador de la jornada, Sergio Massa, a quien ni se dignó nombrar, y eligió prometer una profundización de su modelo. Aun sabiendo que sólo le queda el tiempo necesario para una transición..

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