El ‘fracaso’ de las marchas

Un mismo hecho genera siempre diversas lecturas. Sin embargo, sostener que la marcha del pasado 19 de marzo fue un fracaso equivale a desconocer esa realidad o, como se dice, a tapar el sol con un solo dedo.

Eso es lo que han intentado hacer el presidente Rafael Correa y sus más cercanos colaboradores. Desconocer no solo el amplio descontento popular que existe actualmente en todo el país sino incluso descalificar, como les es muy usual, utilizando una serie de aseveraciones y ataques sin fundamentos. Mencionemos los más potentes: la marcha careció de una propuesta; hubo una diversidad de demandas, lo cual se pareció más a una fanesca; se buscó generar violencia y desestabilizar la democracia; son ciertos sindicatos y organizaciones que le hacen juego a la derecha; estas protestas no representaron el sentir democrático y pacífico del pueblo ecuatoriano; la movilización fue un fracaso…
Nada más lejano de la realidad. Para los que participaron en las protestas, especialmente la de Quito, posiblemente estén de acuerdo que lo ocurrido el pasado 19 de marzo nada tuvo que ver con un intento de generar violencia o desestabilizar al régimen.

Al contrario, representaron el sentir democrático y pacífico de diversos sectores de la población que quisieron manifestar su descontento con el Presidente por la aplicación del “paquetazo arancelario”, la reforma laboral, las enmiendas constitucionales y la reelección indefinida, el Plan Familia y su posición sobre la sexualidad, la Ley de Aguas, el extractivismo, la persecución y acoso a periodistas desde instancias del Estado, la cocinas de inducción, entre otros.

En efecto, las acciones de protesta que se dieron en todo el país no tuvieron una propuesta en concreto. No hubo una demanda específica como tal. Sin embargo, esto no es un aspecto para reprochar sino para destacar y subrayar. Esa es la evidencia de que las marchas del 19-M fueron auténticamente ciudadanas.

Aunque el llamado fue hecho originalmente por el FUT y la Conaie, la mayoría de personas que participaron fue autoconvocada. Gente de clase media en su mayoría. Profesores, estudiantes, amas de casa, jubilados… Una fanesca. Pero es justamente esto lo valioso de la marcha. La diversidad de personas que salieron a las calles. Aún más, no estuvieron allí condicionados por alguna organización política o social, sino por voluntad propia.

La democracia moderna es una forma de gobierno que se construye a través de la interrogación permanente de sí misma. La interrogación más auténtica no es la que se da en las urnas sino en las calles. Eso es algo que no le gusta escuchar al poder, mucho más cuando son conscientes de que se han burlado de la voluntad popular. De allí que todo lo que se parezca a cuestionamiento, descontento e inconformidad sea tomado como desestabilización y violencia.

Gobernar no es solamente ejercicio del poder. Significa también escuchar, aceptar las críticas y rectificar. Por este motivo, el fracaso es de otros. Ojalá se den cuenta a tiempo.

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