IPS
Brasil tuvo hasta ahora dos economistas en la Presidencia del país y los dos son los únicos alejados del poder por procesos de inhabilitación, cuyo trasfondo, paradójicamente, fueron sus fracasos económicos.
Dilma Rousseff, en el poder desde enero de 2011, fue suspendida de sus funciones de Presidenta después que el Senado decidiera someterla a un juicio político que podrá prolongarse por hasta 180 días.
Durante ese periodo su mandato lo ejercerá el vicepresidente Michel Temer, quien asumirá definitivamente la jefatura del Gobierno hasta el primer día de 2019 si Rousseff resulta destituida al final del proceso, para lo que se requerirá una mayoría de dos tercios de los 81 senadores, convertidos ahora en jueces; es decir, 54 votos.
Los analistas coinciden en que es muy improbable que la suspendida Mandataria del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) recupere el poder, después de sufrir derrotas abrumadoras en los trámites de aprobación del juicio por la Cámara de Diputados, donde 71,5 % votó en su contra, y por el Senado.
Probablemente se repita el caso anterior, de Fernando Collor de Mello, elegido presidente en 1989, con 40 años, e inhabilitado en 1992, tras un proceso de solo cuatro meses, basado en denuncias de corrupción.
Pero hay muchas diferencias entre estos dos casos de ‘impeachment’, el término del derecho anglosajón utilizado en la legislación brasileña para definir el proceso de destitución contra altos cargos públicos.
Rousseff no es acusada de corrupción sino de fraudes fiscales para ocultar en los presupuestos la gravedad del déficit público en los últimos años y cuenta con un apoyo minoritario pero aguerrido, de algunos partidos de izquierda y movimientos sociales capaces de movilizar protestas multitudinarias.
Collor cayó totalmente aislado, con pocos votos de diputados y senadores, apoyado por un micropartido creado para formalizar su candidatura. Su ‘impeachment’ resultó prácticamente de un consenso.
Pero hay también coincidencias. Ambos economistas perdieron su piso político por la gestión temeraria de la economía.
Collor inauguró su gobierno con una brutal medida para contener la superinflación, bloqueó todas las cuentas bancarias e inversiones, liberando pequeñas sumas para gastos familiares esenciales. El más joven presidente elegido en Brasil perdió de golpe casi toda la popularidad.
Así se cimentaron las condiciones para su inhabilitación al estallar un escándalo de corrupción dos años después.
Con Rousseff el deterioro económico llevó más tiempo. Se evidenció al final de su primer mandato (2011-2014) y se transformó en depresión con la caída de 3,8 por ciento del PIB en 2015, que se repetiría en 2016, antes de una aún incierta recuperación.