Mayo 68 ha quedado como símbolo petrificado de una romántica rebelión parisina. Fue un acontecimiento de alcance global y quizá su derrota deba verse como la clausura de cierta idea de emancipación. ¿Por qué los estudiantes de varios países del mundo fueron sus protagonistas?
Los debates que precedieron a las rebeliones giraban en torno a la alienación (cosificación, enajenación), la pérdida de autonomía y dignidad del ser humano que habría terminado sometido a sus productos, el capital y la técnica, sea por el predominio de una forma de razón, la instrumental, por la esencia misma del capitalismo, o por condición ontológica (voluntad de poder, destinación del Ser).
El hombre había dejado de ser un fin en sí mismo para convertirse en instrumento de sus creaciones.
Frente a las guerras mundiales, los campos de concentración y exterminio, los totalitarismos y las crisis, el pensamiento crítico se aventuró a explorar los vínculos de esas catástrofes con las concepciones del mundo y los ideales modernos que desde Occidente (Europa y EE.UU.) se extendían por todo el planeta. Se pusieron en cuestión el positivismo, el racionalismo, el productivismo, el ideal de progreso, la ilustración.
Se advirtieron así las contradictorias posibilidades inherentes a las tecno-ciencias. A la vez que crean bienestar, someten la naturaleza y a los mismos seres humanos a una ciega voluntad de dominio que termina en destrucción. Nos maravillamos de los éxitos en medicina o las comunicaciones, y a la vez temblamos ante los catastróficos usos y resultados de las tecnologías.
En el “68” fue derrotado el impulso crítico que se contraponía a convertir la universidad en lugar de formación del tecnita, especialista, nueva forma del trabajador alienado, al servicio de la voluntad de dominio.
La autonomía universitaria podía -y aún puede- albergar al pensamiento crítico. Para ello se requiere debatir qué deba ser la universidad frente al saber, la razón, la condición humana histórica, que hoy es eminentemente tecnológica, como sostenía hace cuatro décadas Mayz Vallenilla, rector fundador de la U. Simón Bolívar de Venezuela.
Desde los poderes político y económico interesa la mera formación tecnocrática del profesional como instrumento del productivismo, sea para el mercado, sea para la administración estatista. Interesa una investigación ligada al rendimiento económico. De ahí que se insista en la eficacia, la eficiencia, la utilidad.
Lo que entonces debería debatirse a propósito de la universidad es su función de cara a lo que se espera del tecnita, en una sociedad que cada vez será más tecnológica. ¿Acaso no es muestra de decadencia olvidar las cuestiones esenciales en nombre de los enredos de la administración burocrática y el control de las universidades?