Acepto que el título del artículo puede parecer una manipulación de lenguaje; lo es. Sin embargo, no es tan descabellada como aparenta, puesto que ella es una consecuencia lógica de otra manipulación previa, mucho más sensacionalista y demagógica. Es esta primera distorsión la que posibilita que lleguemos, racionalmente, a conclusiones tan impresionantes como las del título. Así que si no les place los encabezamientos alborotadores, no me lo reprochen, más bien dirijan sus quejas contra el primer responsable.
En la última celebración del año nuevo persa, el ayatolá Jomeini exultó a los iraníes a seguirlo en su nueva cruzada, el “yihad económico”.
Para quienes no estén familiarizados con el término, Yihad es un concepto islámico que significa Guerra santa. Esta palabra que aparece en el Corán, es la que ha servido de bandera espiritual para las campañas militares islámicas en contra de enemigos no-musulmanes desde tiempos inmemoriales. Últimamente, es una de las expresiones favoritas de las alas radicales del Islam que fomentan la satanización del Occidente y del malvado capitalismo.
Lo increíble es que la misma palabra que ha servido para reclutar y unir a la gente en contra de la causa anti (antiimperialista, anticapitalista, antiglobalización) ahora apadrina una dinámica económica alabada por uno de los más representativos organismos en Washington. Ese conceptazo inventado por el líder político-religioso no es más que un paquete de reformas liberales. Básicamente se reducirán los enormes subsidios que hacían que los derivados de petróleo sean literalmente más baratos que el agua embotellada, permitiendo que el país cuente con más petróleo para exportar.
Claro, pero ¿cómo convencer a la pobre población para que apoye un encarecimiento energético? Es parte de una guerra santa, en donde todos debemos secundar con sacrificios la iniciativa del Gobierno; este es el conejo que sacó de la chistera el líder espiritual.
Casi daría lo mismo que dijese: ¿¡Regocijaos y guardad esta sacrosanta reforma económica! ¡Que la celestial reducción de subsidios sea mortal para nuestros enemigos extranjeros!?
De todos los oficios, dos recurren particularmente a la tergiversación del lenguaje para sus propios fines, los artistas y los políticos. En el primer caso se busca una expresión estética, en el segundo conseguir un apoyo popular que no se daría si se hablase con significados positivos.
Esta estrategia de marketing gubernamental nos da una idea del tipo de político que es el ayatolá. Primeramente, un buen político es capaz de convencer al pueblo sin necesidad de disfrazar sus iniciativas con fábulas o palabras retorcidas. Sin dejar de lado, la muestra de su ¿pacifismo? al martillar la idea de guerra en las cabezas de su propio pueblo.