“La fiesta apenas comenzada ya está acabada, el cielo ya no está con nosotros” fue la canción ganadora en el Festival de San Remo, Italia el año 1968. Cuando cuatro años más tarde pedí permiso a la Santa Sede para dejar el sacerdocio, mi corazón oscilaba entre el “Ave Verum Corpus”, -el breve motete que Mozart compuso con la letra de un himno eucarístico del siglo XIV- y “la fiesta apenas comenzada ya está acabada”, en la voz profética de Roberto Carlos. Vanidad de vanidades.
Ahora, al borde de cumplir los noventa años, mi corazón repite: La fiesta ha poco comenzada está por terminar, la fiesta, por supuesto, del Mundial de Rusia 2018. Y clamo al cielo: “¡Señor!, dame cuatro años más de vida para ver Catar 2022”.
Porque el fútbol es el mejor remedio para la quinta edad. “La cana es vana, la arruga no es segura, el arrastrar de los pies, eso es vejez, reza el refrán castellano. Cuando vemos tiros libres, penales, goles, golazos, y el incesante trajinar de los mediocampistas, nuestros pies patean, corren, vuelan, no perdonan esfuerzo alguno para ir a la cocina a beber el té de hoja de coca recomendado por el médico a fin de combatir la fatiga de tanto pateamiento.
Y cuando volvemos a la tele para mirar los graderíos repletos de fanáticos, nos extasiamos al ver hermosas mujeres gritando, riendo, llorando, abrazándose y nos imaginamos ser Al Pacino percibiendo el perfume de Chris O´Donnell y al punto de caer en tentación, somos reprimidos por el grito de gol del narrador.
Cada país tiene su identidad en los graderíos. Los argentinos sentimentales como un tango, “Yo adivino el parpadeo de los goles a lo lejos”. Los colombianos felices porque casi llegan a cuartos de final. Optimismo cafetero, realismo mágico, Remedios La Bella ascendiendo a los cielos. Los japoneses recogiendo la basura de los graderíos. Madres japonesas más exigentes que las madres judías, todo limpio, todo en orden, siempre presionando a los hijos a que triunfen, madres que sin saber sabiendo empujan al suicidio del fruto de sus vientres.
Resuenan los himnos de cada selección Qué placer oír la Marsellesa en una circunstancia perfecta, en pleno campo de batalla:”¡A las armas, ciudadanos! / ¡Formad vuestros batallones!”. El himno japonés muy corto, muy imperial, muy poético: “Que su reinado, señor, / dure mil generaciones, /ocho mil generaciones, / hasta que los guijarros/ se hagan rocas/ y de ellas brote el musgo”.
Hoy prenderé dos velas cuadradas, roja la una, la otra blanca ante la efigie de Luka Modric, el mejor medio campista de este mundial. Que gane Croacia. Que Kyliam Mbappe me perdone. Con últimas Noticias decimos: ¡Ras, ras, ras Putín! Concluye la fiesta apenas comenzada. Besos a Kolinda Grabar Kitarovic´. Y a usted, lectora, también.