El “encuentro histórico” de Panamá, entre los gobernantes Obama de USA y Castro de Cuba, ya consta, por supuesto, en el libro de la fama y está convirtiendo en amigos a dos enemigos.
Muy interesante. En esta columna vamos a escribir la historieta de otro encuentro de limitada fama mundial pero que sorprendió e interesó mucho a nuestro Ecuador.
Fue cuando en abril de 1985 se entrevistaron en La Habana el castrocomunista Fidel y el oligarca derechista León y resulta que constamos entre los periodistas testigos del diálogo castro-febrescorderista. Más aún, durante ese viaje que se inició el domingo 7 de abril en un Boeing 727-200 de Tame, vivimos una pequeña aventura dos de los periodistas: Fernando Larenas -en ese entonces un calificado miembro de la redacción del diario Hoy- y el autor de esta nota.
Luego de escalas en Nueva York -para una charla de León con el presidente George Bush en un estadio de béisbol- y en Los Ángeles, para una cita empresarial, se anunció que el avión partiría hacia La Habana el sábado 13 a las 12 de la noche.
Larenas y yo nos perdimos ese viaje por un error en los registros del hotel que albergaba a los 24 periodistas ecuatorianos. Con la ayuda de la tarjeta Diners y de una guapa oficinista de aviación de Los Ángeles, logramos llegar a la capital cubana el lunes. La primera impresión fue ver los grandes carteles colocados en el aeropuerto habanero con la leyenda “bienvenido Febres Cordero”, “te saludamos León amigo”.
En la noche del lunes había una recepción nocturna y Fernando se excusó de asistir. Llegué solo -perdón por hablar en primera persona- y León explicó a su amigo Fidel que yo era uno de los “desaparecidos”. Castro se lanzó poniéndome la manota en el hombro y proclamando en voz alta: “Tu presidente León y yo somos grandes amigos, chico. Congeniamos muy bien. Pero eso no lo publiques en Quito porque le vas a restar votos. ¿Por qué no me avisaste que te habías perdido? Yo te mandaba un avión, chico, aunque sea el avión de Febres Cordero”. Gran risa y a verdad que fueron buenos amigos para siempre, pese a sus diferencias.
¿Quién hizo posible el viaje de Febres Cordero y su amistad con Fidel Castro? Pues, Manuel Araujo Hidalgo, el gran “omoto” Araujo, el arnista que fue gran velasquista y personaje preferido por el “profeta” Velasco Ibarra, un ciudadano muy interesante que esa noche estuvo allí, en la recepción. Fue también castrista total y completó su conjunto de amistades con la cercanía a Febres Cordero, quien le nombró embajador en La Habana.
Esa noche, luego de la recepción, Manuelito Araujo Hidalgo me llevó en su vehículo al hotel. En el camino no me resistí y le mencioné que en Quito le habíamos conocido como un velasquista total, que en las calles capitalinas desfiló con los castristas y, finalmente, según los chismes y porque estaba a la vista, era también febrescorderista. Manuel Araujo Hidalgo aceptó esa realidad y me dio a conocer amistosamente las razones de su trilogía.
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